Aunque puedan parecer conceptos no relacionados, lo cierto es que el cambio climático afecta o influye en los virus. De hecho, para el último caso que todavía nos concierne, hay varios estudios que intentan relacionar aspectos del cambio climático con el COVID-19. Además, también se sabe que el ser humano interfiere en la dinámica climática del planeta y que nuestra destrucción de la naturaleza aumenta el riesgo de que nuevos virus salten de animales a humanos (zoonosis), que es lo que ha ocurrido en el origen del coronavirus 2019. Por tanto, está bastante claro que el cambio climático favorece la propagación de virus y la aparición de otros nuevos, así como que también traerá las llamadas “crisis epidemiológicas mundiales”, debido al alto grado de conexión internacional, y si no, os lo aclaramos a continuación.
Ya en el siglo XIX, las personas intuían que las condiciones climáticas tenían que ver con las epidemias, hay evidencias de que en el pasado, el clima ayudó a la propagación de enfermedades como la peste; pero ahora, además de las fluctuaciones del propio clima, la actividad humana ha provocado el aumento de la temperatura y la aceleración del cambio climático. El calentamiento global está alterando los patrones de distribución, comportamiento y hasta la genética de muchas especies. Así, mientras unas se expanden a altitudes cada vez más altas, otras lo hacen en latitudes más extremas.
Con respecto a los virus, el transporte internacional de mercancías y los movimientos de las personas eran antes las vías tradicionales para su introducción, ya que el clima hacía de barrera, impidiendo su asentamiento. Sin embargo, como resultado del cambio climático, cambios de temperatura bruscos y fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones, huracanes o sequías más recurrentes, son el caldo de cultivo perfecto para la alteración de los virus y la aparición de otros nuevos. Asimismo, los cambios en la temperatura, los niveles de humedad, la vegetación o el movimiento a gran escala de animales por estos motivos, derivan en cambios en los patrones de distribución de artrópodos y otros organismos transmisores (vectores) de los virus y enfermedades.
Así pues, el cambio climático favorece la propagación de virus. Estudios afirman que brotes de enfermedades hasta ahora restringidas a ciertas zonas, se expandirán a nuevos lugares, por lo que se deberá preparar a la población que recibirá la llegada de nuevas infecciones. Además, las poblaciones ya afectadas, sufrirán los daños multiplicados. La OMS está muy pendiente de todo esto, estudiando, por un lado, las evidencias del pasado reciente sobre enfermedades infecciosas y variación del clima, también analizan aquellas infecciones víricas ya emergentes a largo plazo, y desarrollan modelos de predicción para estimar el impacto futuro de dichas enfermedades en diferentes escenarios de cambio climático.
En cuanto a los vectores transmisores de virus, los insectos son los más importantes y éstos justamente, están cambiando su ciclo de vida y su zona de influencia para adaptarse al cambio climático. Los científicos ya han demostrado, por ejemplo, cómo a medida que el mundo aumenta su temperatura media, el rango de actividad de los mosquitos transmisores de malaria también se amplía. Estudios que analizan la distribución demográfica del mosquito portador del dengue, afirman que para 2080, el 60% de la población mundial correrá el riesgo de estar expuesto a este virus, mientras que países donde este virus está ya presente, sufrirán un aumento de la carga del dengue, y el virus se extenderá por el continente africano, el interior de Australia, sureste de EE.UU., costas de China y Japón, y zonas aisladas del Mediterráneo. Y también en el caso de la enfermedad de Lyme, una infección transmitida por un tipo concreto de garrapata, se está expandiendo significativamente hacia el norte en Canadá y contará con un aumento del hábitat adecuado para su supervivencia del 213% para la década de 2080. Asimismo, las variaciones en la localización y extensión de humedales, alteran la proliferación de las larvas de insectos que son transmisores de virus patógenos.
Sin embargo, no solo enfermedades ya existentes se ven afectadas por el cambio climático, sino que otras nuevas enfermedades están apareciendo en lugares donde anteriormente no eran comunes, debido a una amplitud en la distribución geográfica del patógeno que las causa y sus vectores. Esto se debe a cambios demográficos, climáticos o genéticos. “En general el cambio climático afecta más a los vectores de los virus que a los virus en sí”, destaca Luis Enjuanes, virólogo y profesor de investigación en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. Además, detalla que cuanto más elevadas son la temperatura y la humedad, se favorece el transporte. “A temperaturas de 28 o 29 grados, el virus trabaja mejor, se multiplica mejor y por tanto infecta más”, explica. Por tanto, un aumento de la temperatura y humedad propiciada por el cambio climático favorece la propagación de virus, y también que los vectores puedan vivir o trasladarse por lugares a los que hasta ahora no accedían.
Y una situación similar ocurre en el caso de las aves. Como elementos de transmisión, los pájaros, al modificar sus migraciones por culpa del cambio climático, también transportan esos virus a nuevos lugares a los que hasta ahora no acudían.
No obstante, es muy importante destacar que la distribución geográfica y estacional de vectores y de las enfermedades que transmiten, no solamente depende del clima sino también de otros factores como el uso de la tierra, factores culturales y socioeconómicos, control de plagas, acceso a un sistema sanitario, y la respuesta de la sociedad a enfermedades de riesgo, entre otros, aunque en este caso se vea que el cambio climático favorece su propagación.
Sin embargo, el cambio climático favorece la propagación de virus no solo afectando a sus vectores, sino que también a ellos mismos a nivel genético. Así pues, la modificación del medio ambiente, causa la aparición de nuevos virus o variantes víricos. “No se generan virus de nuevo a partir de la nada. Los virus tienen un material genético que determina sus características, pero ese material genético en muchos es muy flexible, posee una alta mutabilidad”, explica Esteban Domingo, investigador del Centro de Biología Molecular y presidente de la Sociedad Española de Virología. “Es una especie de lotería genética y los virus cambian y no se puede predecir hacia donde cambian”.
Por otro lado, también se ha visto que un aumento de la temperatura y la humedad (derivado del cambio climático) favorece la replicación de los virus y su reproducción. En un estudio de la Universidad de Liverpool (Reino Unido), investigadores escogieron 200 patógenos que tienen un mayor impacto en Europa, 100 que afectasen a animales y otros 100 a humanos. Como 43 de ellos eran comunes, al final la muestra se quedó en 157. Tras revisar lo que sabe la ciencia de cada uno de estos organismos, los científicos encontraron que 99 de ellos son sensibles a al menos un factor climático. Entre esos factores, tuvieron en cuenta elementos como la altitud, la vegetación, la temperatura, la humedad o las lluvias. Y de estos 99 agentes causantes de enfermedades, el 90% mostraron sensibilidad a más de uno de los factores climáticos tomados en cuenta, en particular, a los cambios en la temperatura, la humedad y los patrones de lluvia. «La sensibilidad climática de los patógenos es un indicador clave de que las enfermedades pueden reaccionar al cambio climático», dice la epidemióloga y principal autora de este estudio, Marie McIntyre.
Por grupos taxonómicos, los más dependientes de factores climáticos son los virus, las bacterias y los hongos, y los que menos, los protozoos y los helmintos, o gusanos parasitarios. Por vía o vector de transmisión, los patógenos presentes en el suelo, la comida y el agua parecen los más sensibles al clima, en particular a la humedad y la temperatura. Pero los patógenos que más dependen del tiempo, son los transmitidos por artrópodos, en particular insectos chupadores como las garrapatas y los mosquitos, la mayoría del género Aedes.
Otra de las razones de por qué o cómo el cambio climático favorece la propagación de virus, es la demostración de que la contaminación del aire, que causa el cambio climático, nos hace más vulnerables a padecer enfermedades infecciosas de carácter respiratorio, como las causadas por los virus SARS, el MERS y el nuevo Covid19, de modo que los pacientes de regiones con mayores niveles de contaminación del aire, tenían el doble de probabilidades de fallecer tras contagiarse a los de regiones con mejor calidad del aire. Esto ha sido indicado en un estudio realizado a nivel europeo de la Martin Luther University Halle-Wittenberg, en donde vieron que las regiones con un alto número de muertes por Covid-19 coinciden con zonas con altos niveles de contaminación por dióxido de nitrógeno.
Por otra parte, sabemos que el cambio climático está acelerando el deshielo de los polos, lo cual conlleva otros problemas. En el caso que nos concierne de los virus, según un estudio, señalan que la fauna marina pasaría a esas nuevas zonas ahora sin hielo y a medida que se desplazan y entran en contacto con otras especies, también tienen la oportunidad de introducir y transmitir nuevas enfermedades infecciosas. A esto, hay que sumarle que el deshielo del permafrost liberaría nuevos virus y patógenos que están contenidos en el hielo, los cuales son desconocidos para nosotros, y que también irían al mar. “Hay virus en todas partes, en zonas muy extremas, como Ártico y el Antártico y, si hay un calentamiento global, puede haber una liberación”, explica de nuevo Esteban Domingo.
Por ello, es imprescindible que los científicos adviertan a nuestros políticos, que el cambio climático es una realidad apoyada por datos objetivos. Si no se frena, sus efectos se harán notar no solamente en el aumento del nivel del mar o en impredecibles perturbaciones atmosféricas (como huracanes y tormentas de creciente intensidad), sino también en forma de vivero insidioso de nuevos virus de comportamiento también impredecible.
Así pues, la aparición de nuevos virus probablemente va a continuar, ya que el cambio climático favorece la propagación de virus, y es necesario el desarrollo permanente de nuevas estrategias para prevenir las enfermedades que causan. La protección frente a las epidemias virales tiene muchas vertientes, pero la prevención mediante la vacunación es una de las más eficaces, probablemente seguida por el tratamiento con agentes antivirales. Esto pone en manifiesto la necesidad de buscar vacunas a nivel mundial, sin importar si esta enfermedad llegará o no a nuestro lugar de residencia, puesto que, en un mundo tan globalizado, compartimos todo, incluso las enfermedades.
Fuentes: BBVA, Restauración de Ecosistemas, eltiempo.es y El País