
La vegetación autóctona de ribera, aquella que se extiende a orillas de los cursos fluviales, como alamedas y fresnedas, juncales o carrizales, nos proporciona la mejor ayuda para frenar riadas y prevenir inundaciones. Sin embargo, cuando los ríos son invadidos por plantas exóticas invasoras sus hábitats se ven gravemente alterados, pierden biodiversidad y dejan de prestarnos ese importante servicio ecosistémico. En este artículo, os hablamos del gran peligro que conllevan las cañas invasoras de los ríos, especialmente en España.
La caña común o Arundo donax (L., 1753) es una especie exótica invasora originaria de Asia, que ahora se halla muy extendida en todo el arco mediterráneo y el sur de la península ibérica (así como en muchos otros países como México), la cual tiene una gran capacidad de adaptación y se está expandiendo rápidamente también hacia regiones frías, debido al calentamiento global. De hecho, es tan versátil que crece incluso en los cauces urbanos más desnaturalizados y con mayores niveles de contaminación.
La caña invasora de los ríos llegó hace siglos a España y hasta hace unas décadas era muy apreciada y cultivada, pues, cuando aún no existían los plásticos, tenía muchas aplicaciones como material de construcción o agrícola. Así, su expansión se mantenía más o menos controlada cuando tenía un aprovechamiento, pero ahora que ya no tiene uso, se ha extendido de manera descontrolada.
Entre las causas que han favorecido su proliferación, destaca la modificación que hemos hecho en la hidromorfología de los ríos, alterando sus cauces y su régimen de caudales. El mal estado de los ecosistemas de ribera, maltratados por los cambios del uso del suelo, la eliminación de vegetación nativa y la entrada de contaminantes, entre otros factores, ha llevado a que haya grandes extensiones de ríos, arroyos y ramblas donde solo encontramos caña.
Además, lejos de suponer una amenaza, los grandes incendios están contribuyendo a su expansión. Y es que mientras el fuego elimina la vegetación ribereña autóctona, la caña común no solo sobrevive a las llamas, sino que tras su paso es capaz de rebrotar en apenas una semana con mayor espacio para expandirse.
La clave para lograr esto se halla en la alta capacidad de resistencia de su rizoma: su órgano reproductor puede permanecer aletargado durante semanas, a más de medio metro de profundidad, para volver a brotar con toda fuerza y crecer hasta diez centímetros diarios, lo que permite a la caña volver a alcanzar los seis metros de altura en un par de meses.
Entre los impactos de la caña, tenemos que consume mucha agua para sostener su elevado ritmo de crecimiento; hay estudios que indican que su consumo de agua es entre 3 y 10 veces superior al del bosque de ribera. Asimismo, cuando las cañas dejan de ser cortadas, a los 4-5 años brotan nuevas ramas de las yemas axilares, generando una gran ‘maraña‘ y variando su fisonomía.
Sin embargo, lo verdaderamente problemático ha sido que la invasión de las cañas ha eliminado los bosques de ribera y, con ello, los muchos y cuantificables beneficios ecosistémicos que nos prestan, siendo el principal la fijación de suelo, evitando que cuando haya una avenida el agua arrastre la tierra y otros materiales sólidos que causan estragos en infraestructuras o viviendas. Además, la vegetación nativa ayuda a frenar la velocidad del agua y reduce el riesgo de inundación.
Debido a todo esto, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la considera actualmente como una de las cien especies invasoras más nocivas del planeta.
En España, la caña invasora de los ríos está incluida en el Catálogo Nacional de Especies Exóticas y, en los últimos años, se han puesto en marcha diversos planes de erradicación, no solo para luchar contra su amenaza a la biodiversidad, sino porque tal y como se reseña en el catálogo, su presencia “disminuye la capacidad de desagüe de ríos y canales al taponar y reducir los cauces con sus sedimentos”, haciendo más graves las inundaciones.
Uno de los planes de lucha aprobados por el gobierno en colaboración con la Fundación Biodiversidad, lleva por el título ‘Caña a la caña’ y se centra en uno de los territorios más afectados: la Comunidad Valenciana, donde más de la mitad de los cursos fluviales padecen esta bioinvasión, algunos de los cuales se vieron afectados por la DANA del 29 de octubre, donde tras ser arrastradas por la corriente y convertirse en residuo, la mayor parte de las cañas que invadían los barrancos y torrentes acabaron taponando puentes y generando represas que agravaron las inundaciones y colapsaron sistemas de alcantarillado; incluso un mes y medio después, las cañas que llegaron al mar seguían tapizando parte de las playas del litoral mediterráneo, de Valencia a Málaga.
Este plan, está dotado con casi 4 millones de euros, a invertir entre los años 2022 y 2025, y su objetivo principal es la reducción del impacto de las inundaciones de alta probabilidad en los municipios de la cuenca baja del río Júcar. Asimismo, en 2023, la propia Confederación Hidrográfica del Júcar destinó más de 8 millones de euros en inversiones para mantener, recuperar y preservar los cauces fluviales bajo su competencia.
También la Conselleria de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente, a través de la Dirección General de Medio Natural decidió, llevar a cabo una serie de actuaciones para evaluar la eficacia y el coste de distintos métodos para el manejo y control de cañaverales. Estas experiencias se han beneficiado de la financiación por parte del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER), en coherencia con sus objetivos de recuperación y mejora de la biodiversidad y el estado de los paisajes; y se reúnen en un manual técnico, junto a las promovidas por la Dirección General del Agua del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, a través del “Proyecto de I+D+i Optimización de los Sistemas de Eliminación y Control de Cañaverales para Mejora del Estado Ecológico y Recuperación de la Capacidad de Desagüe de los Ríos”, englobado dentro de la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos. De este modo, se ofrece a los gestores ambientales una base metodológica con información suficientemente detallada para la puesta en marcha de proyectos de manejo de cañaverales eficaces y respetuosos con el medio natural, así como una revisión de la biología, la ecología y los impactos que genera A. donax, con un énfasis en aquellos aspectos relevantes para su gestión.
Sin embargo, y en contra de los argumentos de la Consejería y del Ministerio y a la creencia extendida, los daños producidos por las inundaciones no se producen como consecuencia del estado de los cauces, sobre todo si éstos están en su estado natural, sino por las ocupaciones del territorio realizadas en zonas inundables.
Los daños producidos por las aguas en situación de avenida dependen de dos factores: la velocidad y el calado de las aguas. Así, cuanto más limpio y despejado está un cauce, más velocidad y calado (puesto que no se produce la laminación) toman las aguas conforme avanza la avenida, aumentando enormemente los daños producidos aguas abajo, es decir, a mayor limpieza, mayor peligro.
Por el contrario, la existencia de vegetación, ya sea la caña común o especies autóctonas, tiene dos funciones principales en relación con las avenidas: una es sostener los márgenes de los cauces, y otra es laminar los caudales, pues la vegetación aumenta la rugosidad del cauce y, por ello, baja la velocidad de las aguas, aumenta el calado y se producen desbordamientos en los terrenos que lindan con las márgenes, cumpliendo esta función de laminación, tal y como se recoge en el artículo 6 del Reglamento del Dominio Público Hidráulico. Por lo tanto, mantener los cauces limpios es una medida contraria a la naturaleza propia de los mismos y solo contribuye a aumentar los daños producidos por las avenidas.
La CHJ asegura que «únicamente actúa para eliminación de las cañas invasora de los ríos cuando ésta deba ser sustituida por vegetación autóctona de ribera». Esto es así, asegura, porque el objetivo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico es el de «conseguir el buen estado de los ríos y no, en cambio, la eliminación de cañas o prevención de incendios».
En todo caso, una vez que reducida la caña, es importante plantar rápidamente en el lugar especies típicas de ribera como: sauces, chopos, olmos, álamos, fresnos, adelfas, balandres o taráis, entre otras.
Así pues, tal y como señalan los expertos en gestión hidrológica y prevención de desastres naturales, la retirada de esta especie invasora y la restauración fluvial con vegetación autóctona es una de las soluciones basadas en la naturaleza que pueden resultar más efectivas en el medio y largo plazo. Por eso señalan que para combatir los daños de las riadas en las cuencas del mediterráneo hay que reducir el tamaño y la densidad de los cañaverales.
No obstante, como reconoce el propio ministerio, las actuaciones de retirada de las cañas invasoras de los ríos son costosas y complejas, pues no basta con retirar la parte aérea de la planta, sino que también hay que extraer el rizoma. La manera de conseguirlo es mediante sustracción mecánica, algo que requiere actuaciones severas, pues pueden estar a más de medio metro de profundidad, y no asegura el éxito definitivo.
Otro sistema, es con tratamiento químico, lo que requiere la aplicación selectiva de herbicidas en los tallos recién cortados, lo que comporta un elevado riesgo de contaminación del ecosistema fluvial. Y lo que se ha demostrado más efectivo es la eliminación ‘por asfixia’, un método que consiste en el rimiento de los cañaverales desbrozados con cubiertas geotextiles durante un período de no menos de un año, para que se asfixie tanto la parte aérea como las raíces, impidiendo así que rebrote.
Fuentes: El Confidencial y El Español

