
En el contexto actual de cambio climático, la industria alimentaria desempeña un papel crucial, no solo como proveedora de bienes esenciales, sino también por ser, junto con el resto de la cadena alimentaria, una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero. La actividad alimentaria representa aproximadamente un tercio de las emisiones globales de CO₂, siendo la producción de alimentos una de las áreas de mayor impacto ambiental debido a factores como el uso intensivo de agua, energía, suelo, fertilizantes, y la generación de residuos. En este artículo, vamos a conocer algunos de los esfuerzos de la industria alimentaria por avanzar hacia prácticas más sostenibles y minimizar su impacto ambiental, sin sacrificar la eficiencia de su actividad, así como la calidad y seguridad de sus productos.
Una de las principales preocupaciones de la industria alimentaria en la disminución de su huella de carbono y las emisiones de gases de efecto invernadero. En este sentido, empresas como Bimbo han establecido ambiciosos objetivos, como alcanzar cero emisiones netas de carbono para 2050 y obtener el 100% de sus ingredientes clave de tierras con prácticas de agricultura regenerativa.
Uno de los enfoques más efectivos para reducir el impacto ambiental de las empresas alimentarias es mejorar su eficiencia energética. Esto implica optimizar los procesos industriales, reducir el consumo de energía y buscar alternativas sostenibles, como las fuentes de energía renovables. Al implementar sistemas más eficientes, las empresas pueden no solo reducir sus emisiones, sino también generar un ahorro significativo en sus costes operativos.
La industria alimentaria también ha enfocado sus esfuerzos en avanzar hacia una economía circular, reduciendo el desperdicio de alimentos y la generación de residuos, especialmente de plásticos. Así pues, compañías como Vegalsa-Eroski han implementado medidas para evitar el desperdicio de alimentos, logrando salvar más de 3000 toneladas en los últimos 4 años. Entre las medidas más destacadas para reducir el desperdicio de alimentos se encuentran la optimización de la cadena de suministro, la donación de excedentes y el aprovechamiento de los productos imperfectos. Para el primer caso, las empresas utilizan análisis de datos y herramientas de Inteligencia Artificial para predecir la demanda con mayor precisión, ajustando la producción y el inventario en consecuencia. Esto reduce el riesgo de excedentes que puedan acabar desechándose. En segundo lugar, muchas empresas colaboran como organizaciones benéficas y bancos de alimentos para donar productos que, aunque aún son aptos para el consumo, no pueden ser vendidos por razones estéticas o de proximidad a la fecha de caducidad. Este enfoque no solo ayuda a reducir en desperdicio, sino que también apoya a comunidades vulnerables. Por último, el aprovechamiento de productos imperfectos es otra estrategia clave. Algunos supermercados y marcas de alimentos han lanzado líneas de productos que incluyen frutas y verduras “feas” o con imperfecciones que de otro modo serían descartadas.
La valorización de subproductos es otro aspecto clave para avanzar hacia un modelo de economía circular en la industria alimentaria. A través de procesos de transformación, muchos de las fracciones alimentarias gestionadas como residuos pueden convertirse en recursos valiosos, como ingredientes para la alimentación humana o animal, biofertilizantes o incluso materiales de embalaje biodegradables.
También la industria alimentaria ha entendido que la colaboración y las alianzas estratégicas son fundamentales para alcanzar sus objetivos de sostenibilidad. Por ejemplo, el acuerdo entre Primafrio y Michelín para promover un transporte más sostenible. Estas alianzas demuestran el compromiso del sector por trabajar de manera conjunta y unir esfuerzos en pro del medio ambiente.
Otro aspecto clave en los esfuerzos de la industria alimentaria es el etiquetado y la transparencia informativa. Empresas como Justicia Alimentaria han denunciado el “GreenWashing” (lavado verde) de la industria y han reclamado a los gobiernos y empresas medidas más firmes y precisas en esta materia. Entre las propuestas se encuentra la prohibición de los sellos y la auto-certificación corporativa, apostando por un sistema público de etiquetado y certificación social, ambiental y de salud. Esto permitiría a los consumidores tomar decisiones más informadas y conscientes.
La industria alimentaria también ha tenido que adaptar sus modelos de negocio para responder a las crecientes demandas de sostenibilidad. Esto se ha traducido en la apertura de nuevos formatos de tienda, como los supermercados de proximidad, que contribuyen a reducir las emisiones y la contaminación asociadas a la movilidad de los consumidores. La cercanía de los supermercados a los centros urbanos permite que casi el 90% de los clientes acudan a pie a realizar sus compras, lo que se traduce en una reducción del 82% de las emisiones de CO2 y de otros contaminantes clave. Un ejemplo es el grupo IFA, que apuesta por la cercanía, ya que el 80% de sus clientes va andando a las tiendas; así como Mercadona asegura a los clientes productos más frescos y sostenibles al apostar firmemente por la compra de cercanía como parte de su compromiso con la sostenibilidad y el apoyo a la economía local.
Finalmente, además de las acciones concretas mencionadas, las empresas de la industria alimentaria también han emprendido iniciativas de educación y concienciación ambiental, tanto para sus empleados como para los consumidores. Algunas llevan a cabo campañas informativas para concienciar sobre la importancia de reducir el desperdicio alimentario y ofrecer consejos prácticos para la gestión eficiente de los alimentos en el hogar. Clece, por ejemplo, ha celebrado la acción “Alimentos Ecológicos: Buenos para la Naturaleza, buenos para ti”, una actividad informativa sobre los beneficios de la alimentación ecológica.
Como hemos visto, la industria alimentaria enfrenta un momento crucial en su historia. Las demandas de sostenibilidad, la necesidad de reducir las emisiones y el compromiso con un uso más eficiente de los recursos, son hoy más relevantes que nunca. La transición hacia un modelo de producción más responsable no solo es posible, sino necesario. Cada pequeño paso cuenta y cada innovación suma en la lucha contra el cambio climático.

