En este artículo os contamos por qué en Turquía (y en parte de Siria) hay tantos terremotos y os damos una explicación geológica completa a los terremotos de Turquía 2023, los cuales fueron de magnitud 7,8 y 7,5 en la escala de Richter y han provocado más de 40.000 muertos entre Turquía y Siria, en lo que se considera una de las zonas sísmicas más activas del mundo.
“El primer terremoto tuvo una magnitud de 7,8 y su hipocentro se ha situado a unos 18 kilómetros de profundidad, que es relativamente poco para un seísmo de tal magnitud», apunta Galderic Lastras, profesor titular del departamento de Dinámica de la Tierra y del Océano de la Universidad de Barcelona, quien explica que, cuanto menor es la profundidad, mayores son las intensidades con las que se percibe en superficie y, por tanto, sus efectos sobre la población.
La poca profundidad a la que se ha generado ha agravado los daños, pero el geólogo considera “una barbaridad que el terremoto alcanzara un valor de 2 g, es decir, dos veces la aceleración de la gravedad, unas cifras a las que no llegan ni los astronautas cuando suben a la nave”. Según él, no hay edificio que soporte ese nivel, se podrían hacer construcciones que lo resistieran, pero tendrían un precio muy elevado, además, cabe indicar que la norma de construcción sismorresistente turca contemplaba la mitad de la aceleración de la gravedad en roca, cuatro veces menos al nivel alcanzado, «y aun así era ambiciosa»”.
Hay dos razones geológicas relacionadas que explican los terremotos de Turquía 2023 y por qué hay tantos terremotos en esta zona: los movimientos de las placas tectónicas de los alrededores y las fallas que hay en la placa de Turquía; las cuales os desarrollamos a continuación por separado.
En primer lugar, en esta zona convergen cuatro placas tectónicas: Anatolia, Arábiga, Euroasiática y Africana, las cuales se encuentran en continuo movimiento y se prevé que se sigan desplazando hasta modificar el mar Mediterráneo tal como lo conocemos ahora.
Turquía se asienta en la pequeña placa de Anatolia, que está delimitada al norte por la placa Euroasiática y al sur y este por las placas Africana y Arábiga. Estas últimas se desplazan hacia el norte, la Arábiga lo hace a razón de unos dos centímetros al año, mientras que la Africana va más despacio.
Según explica la sismóloga Arancha Izquierdo, de la Red Sísmica Nacional de España, la placa de Anatolia, que tiene forma de cuña, «se encuentra en medio de las otras dos placas que, cuando se desplazan y acercan, lo comprimen y hacen que salga disparado hacia el oeste», donde se va subduciendo entre los mares Egeo y Mediterráneo.
A medida que las placas tectónicas se empujan entre sí, pueden llegar a «atascarse» debido a la fricción. Cuando estas placas finalmente se «desatascan» como resultado de una acumulación de presión, liberan una gran cantidad de energía que se convierte en terremotos o tsunamis cuando las placas tectónicas convergen bajo el agua.
Por otro lado, los terremotos ocurren con mayor frecuencia en las líneas de falla, que son las fracturas por las que se deslizan los bloques o placas tectónicas. En Turquía y en su límite con Siria hay dos grandes fallas transformantes, esto es, aquellas en las que se produce un desplazamiento lateral de una placa tectónica con respecto a la otra: la falla de Anatolia Septentrional (de 1.000 kilómetros de longitud) y la falla de Anatolia Oriental (de 700 kilómetros).
La conocida como Falla norte de Anatolia ha sido la más activa en las últimas décadas, produciendo sismos tan devastadores como el que tuvo lugar en Izmit en 1999, de magnitud 7,4 y en el que murieron más de 17.000 personas. Esta falla, además, ha estado en el punto de mira de los científicos porque atraviesa la región de Estambul, la ciudad más poblada del país y donde un terremoto importante podría tener consecuencias trágicas.
Por su parte, la Falla oriental de Anatolia, donde han tenido lugar ambos terremotos de Turquía 2023, no había registrado, una actividad importante en los últimos 100 años. El último seísmo importante en la falla, de magnitud 7,4, se produjo el 13 de agosto de 1882 con consecuencias catastróficas. Muchos municipios de la zona quedaron devastados y se contabilizaron más de 7.000 muertos solo en la ciudad siria de Alepo. Las réplicas continuaron a lo largo de todo un año, generando muchos más daños.
En concreto, los terremotos de Turquía 2023 fueron generados por la activación de varias fallas del sistema de fallas del este de Anatolia o falla oriental (EAF, por sus siglas en inglés), que tiene más de 500 km de longitud y orientación noreste-suroeste, y forma parte del límite entre las placas tectónicas de Arabia (donde está Siria) y Anatolia (Turquía). Los movimientos de estas placas, hacen que las fallas EAF tengan que acomodar deformaciones de entre 10 y 20 mm/año, que son unas velocidades altas. Por comparar, las fallas del sistema de San Andrés en California (EE UU) muestran velocidades de hasta 34 mm/año, y a la de Alhama de Murcia, responsable del terremoto de Lorca de 2011, aproximadamente 1 mm/año.
Mientras las fallas están “tranquilas” o sin actividad sísmica, van acumulando energía o esfuerzos a lo largo de los planos de falla durante años, siglos o miles de años. Cuando el nivel de esfuerzos alcanza un punto crítico, se inicia el proceso de rotura a lo largo de la falla, que puede durar desde segundos a varios minutos, proceso que llamamos terremoto.
Cuanto mayor es la longitud de la falla que sufre ese desplazamiento y este es más grande, mayor, a su vez, es la magnitud del terremoto y la energía liberada. En el caso de Turquía, la longitud de falla implicada en la rotura ha sido de aproximadamente 200 km por unos 30 km de anchura, con un deslizamiento de entre 3 y 4 metros.
Los primeros datos de aceleración del suelo que aporta la red de acelerogramas de Turquía, indican que se han alcanzado valores máximos próximos a dos veces la aceleración de la gravedad. Son valores elevadísimos que explican el enorme volumen de daños. Estas aceleraciones han sido muy elevadas debido a la propagación unidireccional de algunos tramos de la rotura de la falla, asociada a una compleja ruptura, con activación de varias fallas rompiendo de manera encadenada, un fenómeno que puede aumentar la intensidad de la sacudida.
Se ha podido observar que esta serie sísmica se inicia con un primera rotura y desplazamiento en una falla (posiblemente secundaria), que segundos después afecta al sistema completo. Comienza así a haber una alteración en el régimen tensional de la región, donde algunas fallas pueden verse cargadas de manera rápida, acelerando su ciclo sísmico y rompiendo en cuestión de minutos, horas o días.
Así ocurrió con el segundo terremoto de M7,5, que se generó en otra falla con una orientación completamente distinta a la de la del evento principal. Previsiblemente, la serie sísmica continuará hasta que se alcance un reequilibrio tensional en la región, disminuyendo progresivamente, tanto la cantidad como la magnitud de los sismos según una ley de decaimiento que suele durar de semanas a meses.
Sin embargo, cuando se produce un terremoto en una de las fallas, al cambiar el estrés al que se someten las otras fallas cercanas, se incrementa la posibilidad de que se produzca otro sismo en una de estas. A este fenómeno se le llama «transferencia de esfuerzos de Coulomb«. Esta sucesión de terremotos se explica por la transferencia de esfuerzos tectónicos de un segmento de la falla a otro. Un sismo libera localmente los esfuerzos acumulados por el movimiento relativo de las placas, pero al mismo tiempo aumenta los de los segmentos de falla adyacentes que, por lo tanto, se aproximan a una futura ruptura. Si este segmento ya está bien cargado (cerca de la ruptura), entonces un terremoto puede desencadenar otro. De lo contrario, tendremos que esperar a que el movimiento de las placas tectónicas proporcione el resto de la tensión necesaria para provocar la sacudida. Esto se conoce como “disparo estático” porque el estado de la corteza después del terremoto es la causa del próximo sismo.
Consecuencias geológicas de los terremotos de Turquía 2023
Con “consecuencias geológicas” nos referimos a cambios visibles en el terreno o en la superficie terrestre, así como internos de la Tierra, ocurridos tras un evento geológico. Tras los terremotos de Turquía 2023, tenemos dos importantes consecuencias geológicas, una acontecida inmediatamente y otra a largo plazo que está teniendo lugar.
La consecuencia geológica visible inmediata y que ha sorprendido a la población, ha sido la aparición en la superficie terrestre de una grieta enorme de 30 metros de profundidad y 200 metros de ancho que atraviesa una carretera, granjas y áreas residenciales en el entorno de Nurdagi (Turquía).
Durante los terremotos, los lugareños escucharon un fuerte sonido, como de una explosión, seguido de una luz verdosa. Al rato, vieron que se había formado esta enorme grieta, que ahora divide campos y carreteras con un gran desnivel.
Aunque el destello verde del que hablan los vecinos de la zona, es algo que intriga a los internautas, ya que puede deberse tanto a un efecto de triboluminiscencia, la emisión de luz provocada por la fricción o la fractura de las rocas de la corteza terrestre durante el seísmo; como a un fallo en los tendidos eléctricos a causa del seísmo; todo parece indicar que la placa tectónica se ha desplazado unos metros, creando esta grieta inusual que los expertos en geología siguen estudiando.
Y en cuanto a la consecuencia geológica a largo plazo, los movimientos de las placas tectónicas de esta zona harán que el mar Mediterráneo se cierre dentro de unos 50 millones de años, convirtiéndose en enormes cadenas montañosas, al igual que ocurrió con la formación de los Alpes y los Pirineos. Se trata de movimientos lentos, pero, como vemos, que están teniendo lugar. La distancia entre África y Europa se reduce un centímetro y medio cada tres años, más o menos. Así, en 50 millones de años, el mar Mediterráneo será sustituido por montañas que podrían superar en altura el Himalaya.
Finalmente, catástrofes como esta de Turquía nos recuerdan la importancia de potenciar la utilización y desarrollo de herramientas para mejorar la evaluación de la peligrosidad sísmica, actualizar correctamente los códigos de construcción, realizar una adecuada planificación territorial y, en definitiva, disminuir el riesgo sísmico.
Fuentes: Sinc, BBC, The Conversation y El Confidencial