Aquí os contamos la historia del vertedero de Nerva (Huelva, España), el cual acumula residuos tóxicos de todo tipo y de todo el mundo, contaminando todo a su alrededor, como el Río Tinto que abastece de agua al pueblo y al resto de Huelva, así como presenta diversas ilegalidades que han sido denunciadas; para tener conciencia de las consecuencias de la contaminación que produce el ser humano con sus actividades y desarrollo.
En los 80, Nerva era una comarca próspera, dedicada a la minería y, aunque tenía contaminación ambiental, había una cierta compensación con el desarrollo de sus pueblos y cierto bienestar que repercutía en sus gentes. Sin embargo, en la actualidad, la población de Nerva, vive entre la inquietud y la indignación. La localidad se ha visto obligada a convivir desde hace 25 años con un vertedero a escasos metros que se ha convertido «en el retrete tóxico de Europa».
El vertedero de Nerva, que tiene un tamaño considerable, está muy cerca del pueblo, de 5.100 habitantes, a unos 800 metros, y también del cauce del Río Tinto, y en él se gestionan, según información de la empresa, entre otras cosas, «depósitos de seguridad para residuos peligrosos y no peligrosos industriales».
La historia de dicho vertedero de Nerva comienza en la década de los años 90, cuando fue impulsado desde la Junta de Andalucía un proyecto que se denominó Complejo Medioambiental de Andalucía (CMA) para gestionar los residuos de la industria de Huelva, Sevilla y Cádiz. Por aquel entonces, la comunidad autónoma no disponía de una infraestructura para almacenar los residuos tóxicos generados, sobre todo, en la actividad industrial.
Para albergar este vertedero mostraron interés los ayuntamientos de varios pueblos onubenses como Niebla, Calañas, Alosno y Nerva. En la provincia de Sevilla mostró interés Lebrija, y el municipio de Espera en la de Cádiz. Antes de su elección el ayuntamiento debía aprobar en su pleno municipal la declaración de interés social de esa infraestructura. En todos los municipios se constituyeron plataformas ciudadanas en contra. “Ninguno de los ayuntamientos consiguió la declaración de interés social debido a la presión de su propia ciudadanía” recuerda Juan Romero, de Ecologistas en Acción, pero hubo una excepción: la localidad de Nerva, donde el pueblo estaba unido por unanimidad, exceptuando un pequeño grupo del PSOE que apoyaba al entonces alcalde.
El Ayuntamiento de Nerva, constituido en esos años por IU, PSOE y PP, había sido convencido de que el vertedero impulsaría un tejido empresarial en la comarca. Aprobó en pleno y por unanimidad, declararlo de interés social con condiciones: se exigía la reducción anual de residuos, un control exhaustivo con una Comisión de Seguimiento ciudadana y que fueran exclusivamente residuos de la industria andaluza, concretamente con origen en las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Para sacarlo a concurso, la administración andaluza sólo necesitaba esa declaración de interés social, que permitiría concederle una subvención para desarrollar su primera fase, y una ubicación.
A punto de rectificar, las empresas adjudicatarias y el alcalde buscaron el apoyo de la nueva propietaria de la mina de Riotinto, que era la Sociedad Anónima Laboral (SAL), constituida por el que había sido Comité de Empresa, la cual se había hecho cargo de la mina para que no fuera cerrada. “Les prometieron entrar en el negocio del vertedero y aceptaron, eso marcó un antes y un después”, explica Romero.
El vertedero rompió la cohesión social en Nerva. Aunque muchas personas, incluidos mineros, continuaron con las movilizaciones para evitar la construcción del vertedero, otra parte de los vecinos no acudían ya las concentraciones, las cuales tuvieron lugar durante tres años seguidos todos y cada uno de los días, con cortes de carreteras y huelgas de hambre. La ciudadanía de Nerva batió, probablemente, un récord inédito: más de 1000 manifestaciones, muchas de ellas incluso prohibidas por la Junta de Andalucía de la época. Un ambiente social que creó y alimentó una hostilidad inédita entre vecinos de toda la vida e incluso entre miembros de una misma familia.
Finalmente, el vertedero se construyó bajo el control y vigilancia de los Grupos de Reserva y Seguridad (GRS) de la Guardia Civil. Fue inaugurado el 30 de julio de 1998 por el entonces Consejero de Medio Ambiente, José Luis Blanco, el mismo que años después pasaría a la historia por ser uno de los protagonistas políticos del mayor desastre ambiental de Andalucía: el vertido minero de Boliden en Aznalcóllar.
Desde sus inicios, el vertedero de Nerva estuvo marcado por denuncias de un funcionamiento irregular. El primer incumplimiento fue la llegada de residuos procedentes de toda la geografía española y muy pronto también de países vecinos, como Portugal, Reino Unido, Italia. Además, el transporte no se realizaba en camiones herméticos y se producían derrames constantes en las carreteras, incluso completos, produciendo situaciones de peligro para núcleos de población, como ocurrió en Aguafría, en el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, donde hubo que evacuar una buena parte de la aldea.
“Precisamente fue por un accidente en el que volcó un contenedor, que tuvimos conocimiento de que Italia tenía previsto traer 90.000 toneladas de nerofumo -un residuo de combustión de petróleo, considerado como susceptible de provocar cáncer- de un vertedero clausurado allí por la Unión Europea por irregularidades, y 25.000 de esas toneladas acabaron en Nerva”, denuncia Juan Romero.
Y poco a poco, comenzaron a llegar camiones de más y más lejos. El récord lo tienen los camiones llegados del desmantelamiento de un astillero de Bijela en Montenegro en los años 2019 y 2020: 110.000 toneladas de residuos peligrosos traídos en tres viajes, en los cuales “hay asbestos, un material demostradamente cancerígeno que requiere un tratamiento separado de cualquier otro contaminante; así como tributilo de estaño, un compuesto orgánico que es agente biocida y un disruptor endocrino muy peligroso que produce irritación y edema pulmonar, y que contamina el suelo y las aguas por un plazo de unos 40 años”; y otros halógenos como antimonio, berilio cadmio, plomo, selenio y teluro.
En las imágenes difundidas por la ONG se ven los trabajos de descarga de la arena contaminada y la polvareda tóxica que se levanta. «Las primeras casas están a apenas 700 metros del vertedero», alerta Juan Romero.
Montenegro, según Ecologistas, «ha recibido del Banco Mundial y el Banco Europeo de Reconstrucción 50 millones de euros» para la descontaminación de cinco puntos negros ecológicos, uno de ellos el astillero de Bijela, de donde vienen estos residuos, «para convertirlo en un puerto de yates de lujo y super lujo para promocionar el turismo de alto nivel que va a construir una empresa de Emiratos Árabes Unidos, con una inversión de 350 millones de euros».
Asimismo, la Autorización Ambiental Integrada fue modificada sucesivamente durante años para incluir nuevos tipos de residuos peligrosos y actividades inicialmente no previstas, hasta un listado que abarca 21 páginas. Es decir, que a día de hoy al vertedero de Nerva se puede echar de casi de todo menos material radiactivo.
En 2012, la Junta de Andalucía declaró que el vertedero estaba colmatado desde hacía dos años según la capacidad para la que fue diseñado. Pero siguió funcionando, y en 2014, con los vasos de residuos peligrosos llenos, se aprobó una modificación sin participación pública que permitió depositar amianto, material altamente peligroso y cancerígeno, en una celda dentro del vaso de no peligrosos, según denuncia Ecologistas en Acción.
Además, para el portavoz en Huelva de Ecologistas en Acción “la gestión es muy deficiente por no decir inexistente, ya que se dan incontables reacciones exotérmicas, produciéndose incendios y grandes humaredas; se crean enormes polvaredas en las operaciones de descarga y en el transporte dentro de las instalaciones; y se producen filtraciones y vertidos directos al cauce del río Tinto”.
En este sentido, Juan Romero recuerda que incluso hubo una denuncia del Seprona de la Guardia Civil, que encontró al director de la planta y tres operarios de madrugada en la Semana Santa de 2011 bombeando aguas de un vaso del vertedero directamente al canal de desagüe de dos arroyos que nutren al río Tinto.
“El Juzgado de Instrucción abrió diligencias y, curiosamente, las causas por lo Penal fueron todas archivadas”, relata. Pese a las denuncias por irregularidades y presuntos delitos realizada por organizaciones ecologistas con el vertedero, lo cierto es que nunca han supuesto sanciones conocidas.
Romero exigió a las autoridades que obliguen a Befesa a montar un sistema de depuración que acabe con las filtraciones y con este tipo de vertidos ilegales, ya que, en su opinión, el río Tinto «no puede seguir siendo la cloaca que es en la actualidad», entre otras cosas porque sus aguas «acaban en Huelva» y pueden provocar «riesgos para la salud de las personas».
El portavoz de Ecologistas en Acción reclamó también la realización de una auditoría urgente e independiente que analice los métodos de Befesa en la gestión de los residuos tóxicos y peligrosos, y que se analice «en profundidad» el estado actual del cauce del Tinto.
«Resulta una hipocresía que se venda el río Tinto para misiones de la NASA y no cuidemos de la salud de sus aguas», lamentó Juan Romero, quien se mostró convencido de que este asunto «va a terminar por llegar a Europa».
“El vertedero de Nerva hace demasiado tiempo que está en peligro de colapso», denuncia Carmen Molina, coordinadora de Alianza Verde en Andalucía. «No podemos aceptar ni permitir que Nerva se convierta en un sumidero de residuos peligrosos, por eso exigimos una investigación para saber el alcance real de la situación denunciada, y la adopción de medidas para evitar que esta problemática se perpetúe», reclama por su parte Juan López de Uralde, diputado de Unidas Podemos y coordinador federal de Alianza Verde.
Asimismo, cabe indicar que, debido a su altura, los residuos son fáciles de arrastrar por las lluvias o por su propia inconsistencia al Corredor Ecológico del Río Tinto (espacio europeo Red Natura 2000), con los consiguientes riesgos para las personas que trabajan en el vertedero y para las que trabajan en las pesquerías ubicadas en la costa onubense.
Y a pesar de esta situación del vertedero de Nerva, la Junta de Andalucía sacó a información pública en plena pandemia del Covid-19, la modificación sustancial de la Autorización Ambiental Integrada, en la que la empresa gestora del vertedero de Nerva propone un proyecto que denomina “de mejora”, el cual, según Ecologistas en Acción, “consiste en una ampliación tanto del volumen de residuos tóxicos que se pueden enterrar, como del tiempo de funcionamiento de la instalación”. De esta manera, denuncian, “se convertiría en una instalación permanente, como un supermercado de residuos”.
En efecto, el proyecto planea crear cuatro líneas de negocio nuevas: una planta de fabricación de combustibles sólidos de sustitución a partir de disolventes, piezas de fragmentadora de vehículos fuera de uso y otros residuos, para venderlos fundamentalmente a la industria cementera; una caldera de biomasa que admite cualquier tipo de residuos orgánicos, incluidos neumáticos; una planta de tratamiento de residuos líquidos externos de cualquier tipo de industria; y una planta de tecnosuelos, que consiste en la descomposición al aire libre, mezclado y secado de residuos animales, cenizas, lodos de depuradoras y de la industria papelera, entre otros, para crear un suelo artificial.
Representantes de una decena de colectivos se concentran en el puerto de Sevilla para protestar contra la llegada de la basura tóxica. Tras una pancarta en la que podía leerse «Queremos el cierre del vertedero, ya», los participantes querían expresar su rechazo a que Andalucía se convierta «en el retrete tóxico de Europa». En la protesta estaba el alcalde de Nerva, José Antonio Ayala, quien mostró la oposición de su equipo y del pueblo entero a la ampliación del vertedero e instó tanto al Gobierno central como a la Junta a que expliquen por qué llegaron a Nerva los residuos de Montenegro.
Asimismo, el diputado López de Uralde ha pedido al Gobierno que «se dejen de seguir importando unos residuos para los que en España no hay capacidad técnica para el tratamiento medioambientalmente racional», y también que valore el cierre del vertedero de Nerva «dentro del marco de una política de lucha contra la crisis climática y de economía circular».
El nuevo debate sobre su clausura ha llegado también al Parlamento de Andalucía, mientras que la Junta de Andalucía asegura que está negociando “el cierre ordenado y definitivo” del vertedero de Nerva lo antes posible, pero sin dar plazos.
Por otro lado, cabe señalar que, además de todos los problemas de salud y ecológicos que causan los residuos tóxicos, se añade el económico. «La empresa ha dejado de pagar al Ayuntamiento por las medidas compensatorias. Deben entre seis y siete millones de euros. Nerva es el único Ayuntamiento de la zona que está endeudado».
Para Ecologistas, la ausencia de actos claros hacia el cierre revela lo siguiente: «Es evidente que la Junta prevé el mantenimiento de este vertedero tóxico sin clausurar, a pesar de la cortina de humo sobre el cierre ordenado que esgrime. Y que el Gobierno español esquiva aplicar con contundencia los objetivos de las políticas acordes con el escenario de crisis climática y economía circular».
«Estos hechos demuestran que el vertedero de residuos peligrosos de Nerva ha sido elegido por nuestros gobiernos como retrete tóxico de Europa sine die, para siempre, para mayor dolor de Nerva y Huelva, donde desemboca el río Tinto, que recoge las aguas residuales del vertedero, poniendo así los recursos pesqueros y turísticos onubenses en riesgo de ecotoxicidad».
Fuentes: elCorreo de Andalucía, El Mundo Andalucía, Público y rtve