El 5 de diciembre se celebra el Día Mundial del Suelo para concienciar sobre la importancia de un suelo sano, el potencial del suelo como una gigantesca reserva de carbono, y luchar por la gestión sostenible de este recurso.
5 de Diciembre, Día Mundial del Suelo
El Día Mundial del Suelo se celebra anualmente cada 5 de diciembre desde 2014, para incentivar en la población una preocupación por el cuidado y uso que le damos al suelo en materia de agricultura y en todas nuestras interacciones con el recurso en general.
En el año 2002, la Unión Internacional de Ciencias del Suelo (IUSS) recomendó una jornada internacional para homenajear al suelo. Posteriormente, Tailandia reiteró la propuesta y la FAO apoyó la creación del Día Mundial del Suelo en el marco de la Alianza Mundial por el Suelo. Finalmente, fue en diciembre de 2013 cuando la propuesta fue aprobada por la Asamblea General de la ONU, y el 2014 se convirtió en el primer año de esta celebración. Este día fue oficialmente reconocido en memoria del Rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, querido monarca fallecido en 2016, que autorizó oficialmente el acontecimiento y que fue uno de los grandes promotores de esta idea.
Potencial del suelo como una gigantesca reserva de carbono y su gestión
La organización Reforesta ha destacado el potencial del suelo como una gigantesca reserva de carbono e insiste en la importancia de favorecer su buena gestión para luchar contra el cambio climático.
Después de los océanos, el suelo es la principal reserva y sumidero de carbono. Los suelos acumulan una cantidad de carbono equivalente a 300 veces las emisiones anuales de gases de efecto invernadero derivadas de la quema de combustibles fósiles. Según datos de la FAO, la capacidad de captura de carbono por parte del suelo, se estima en torno a 20.000 millones de toneladas en 25 años.
Sin embargo, el cambio de uso de suelo, al convertir bosques y turberas en tierras de cultivo y pastos, conlleva una pérdida de carbono orgánico del suelo (COS) de entre un 25% y un 30% y supone un 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero de origen antrópico. La FAO afirma que, con aproximadamente el 33 por ciento de los suelos del mundo en proceso de degradación, se han producido grandes pérdidas de materia orgánica del suelo.
Considerando los escenarios de aumento de la temperatura global, los científicos estiman que el aumento en 2ºC en la temperatura para el año 2050, dará lugar a la liberación de 55.000 millones de toneladas, lo que da idea del impacto en la retroalimentación del cambio climático que puede suponer un mal manejo del suelo. Por tanto, de continuar con el uso desmedido y descuidado de los suelos, las consecuencias podrían llegar a ser irreversibles y conseguirían afectar de forma permanente sus funciones.
En España, el informe ‘Análisis de los procesos de desertificación’, realizado por el Gobierno, señala que se espera una disminución generalizada del carbono orgánico del suelo como consecuencia del incremento de temperatura y del aumento de la sequía. Precisamente, las zonas donde se esperan mayores pérdidas son las más húmedas, es decir el norte de España, y para los usos de suelo que tengan mayores contenidos de carbono orgánico del suelo, los prados y bosques.
Así pues, si se lleva a cabo la captura y secuestro de carbono en el suelo, su calidad y fertilidad se verán mejoradas, lo que se reflejará en el ambiente, la resiliencia y la sostenibilidad de la agricultura. También se previene la erosión, se incrementa la retención de agua, se mejora su biodiversidad y se disminuye la toxicidad de los contaminantes. Asimismo, esto también ayuda a reducir la emisión de CO2 a la atmósfera.
Para la captura de carbono, se identificaron como prioritarias la preservación y recuperación de los bosques, mediante campañas de forestación y reforestación.
En este contexto, se aconseja a los agricultores apostar por las buenas prácticas agrícolas para disminuir la pérdida de carbono orgánico del suelo o incluso aumentarlo, como la labranza de conservación, el uso de cubiertas vegetales, el uso de enmiendas orgánicas, aprovechando los propios residuos de las cosechas, incorporando el estiércol; el uso del barbecho, la rotación de cultivos, o el mínimo laboreo. Otras de las buenas prácticas son la siembra directa, el cultivo en terrazas en zonas de pendiente, el cultivo siguiendo las curvas de nivel o la agrosilvicultura.
Y en cuanto a los consumidores, para contribuir a disminuir las emisiones de carbono de la agricultura y la ganadería, se recomienda consumir productos de temporada, de entornos cercanos, sin aportar grandes insumos de fertilizantes y plásticos; buscar cultivos responsables; evitar productos con aceite de palma; y fomentar la reforestación.
Fuentes: El Periódico, comunidad ism y Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo