Después de haber visto cómo la inteligencia artificial ayuda a detectar antes el cáncer de mama gracias al avance de la tecnología, se empieza a comprender por qué en algunas mujeres aparece la metástasis más tarde que en otras, incluso décadas después de haber finalizado con el tratamiento. La clave de esto recae en la proteína MSK1, la cual inhibe la metástasis, manteniendo “dormidas” las células con esa capacidad, según una investigación liderada por el Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona (IRB).
Según Roger Gomis, investigador Icrea del IRB y principal autor del trabajo, los resultados presentados en la revista “Nature Cell Biology”, abren la vía para identificar pacientes que tienen un riesgo más alto de metástasis y que se beneficiarían de controles más frecuentes, así como a un mayor largo plazo, abre la posibilidad de desarrollar fármacos que simulen la acción de la proteína MSK1 y eviten que el cáncer progrese.
La investigación se ha centrado en el tipo de cáncer de mama más frecuente, en el que se expresa el receptor de estrógenos (ER+) y que representa alrededor del 75% de todos los casos. Aunque en la actualidad suelen tener un pronóstico favorable, “entre un 15% y un 20% desarrollan metástasis en un plazo de diez años sin que se haya entendido el por qué”, informa Gomis. Además, este tipo de tumor se caracteriza por un período largo de latencia sin síntomas. Normalmente se suele hacer un tratamiento durante los cinco años siguientes, pero en algunas pacientes, la posibilidad de recaída va más allá de este tiempo.
En experimentos realizados con ratones en los que se habían implantado tumores humanos, los investigadores han observado que un nivel bajo de MSK1 favorece la aparición de metástasis, mientras que un nivel alto, la inhibe. Posteriormente, análisis de células de pacientes obtenidas por biopsia, han confirmado que las metástasis van asociadas a una pérdida de la proteína MSK1. De alguna manera, la presencia de esta proteína mantiene ‘dormidas’ a las células metastásicas del cáncer de mama.
“MSK1 actúa como un freno”, aclara Gomis. “Las células metastásicas ya están presentes en el organismo, pero esta proteína las mantiene en estado latente. Cuando MSK1 está ausente, la metástasis puede progresar porque ha desaparecido el mecanismo que la frenaba”. La proteína MSK1 frena la metástasis favoreciendo la diferenciación de las células, es decir, favoreciendo que las células del cáncer adquieran una identidad que limite su propia proliferación. En cambio, en ausencia de dicha proteína, las células se mantienen en un estado desdiferenciado, y esto es lo que les permite originar nuevos tumores.
Al comprobarlo posteriormente en muestras de pacientes, con la colaboración del Hospital Clínic de Barcelona, el Clínico de Valencia y la Jiménez Díaz de Madrid, los resultados fueron confirmados. Los tumores de cáncer de mama ER + que no expresan la proteína MSK1 se asocian a un riesgo de recurrencia más anticipado, mientras que aquellos que la expresan harán metástasis más tarde en el tiempo.
“No se ha averiguado todavía si el déficit de MSK1 está presente desde el inicio de la enfermedad o aparece más tarde”, advierte Gomis. “Pero tenemos datos que indican que, si restauramos la MSK1, las células se vuelven a diferenciar, lo que hace pensar que es posible frenar el proceso de metástasis. Lo hemos demostrado en cultivos celulares in vitro y ahora estamos intentando demostrarlo in vivo”.
“La proteína MSK1 en la práctica clínica, podría ayudar a identificar a aquellas personas con riesgo cercano de sufrir recaídas con el objetivo de realizar un seguimiento más estricto de lo habitual. Ya se sabe que cuanto antes se detecta, más opciones hay para actuar de una forma temprana», señala Gomis. Dado que se trata de una prueba experimental de laboratorio, «antes habría que estandarizarla y optimizarla para hacer un ensayo clínico donde pueda demostrarse su uso óptimo», reconoce el líder del trabajo. «Esto podría tardar entre siete y nueve años».
“Ya existen moléculas capaces de reactivar la proteína MSK1 que tienen el potencial de convertirse en fármacos en el futuro”, informa el investigador del IRB. “Pero habrá que demostrar que tienen la capacidad de frenar la progresión de la enfermedad en personas”.
Por último, indicar que la investigación ha estado financiada, entre otras fuentes, por la Asociación Española contra el Cáncer, por la Fundación Bancaria La Caixa (que ha concedido becas a cuatro de los autores de la investigación), por la Fundación BBVA, por el Gobierno de España y por la Unión Europea.
Fuentes: La Vanguardia y El Mundo