En este artículo os hablamos de los sistemas dunares costeros, las características de los ecosistemas de dunas, sus riesgos y su restauración. A continuación, para entrar en materia, os explicamos algunos conceptos principales.
¿Qué es una duna y cómo se forman las dunas?
Una duna es una acumulación de arena generada por el viento, tanto en los desiertos como en el litoral o la costa. Dicha arena proviene de la erosión de las rocas por acción de agentes meteorológicos, en este caso, el viento. La arena, al desprenderse y desplazarse, se va acumulando en pequeños montículos o “parvas”, los cuales al ir aumentando de tamaño, dan lugar a las dunas.
Las dunas son arenas nómadas, ya que están continuamente cambiando de forma y de lugar. Cuando el viento tiene una dirección dominante, las dunas adquieren la forma de una “C”, con la parte convexa en contra del viento. La velocidad de avance de estas dunas es inversamente proporcional a su tamaño. Y cuando alcanzan un tamaño mayor de 4-6 metros, se les desprende material desde las puntas de la C, lo que da origen a nuevas dunas, las cuales, al ser más veloces, se van alejando de la duna madre o duna embrionaria.
Poco a poco, la formación de dunas continuas o cordones dunares, da lugar a sistemas dunares más o menos complejos que albergan todo un ecosistema propio, el ecosistema dunar.
La duna más alta del mundo es la duna Federico Kirbus. Se encuentra en el Bolsón de Fiambalá, provincia de Catamarca, en el noroeste de Argentina. Tiene 1230 metros y a ella suelen acudir amantes de “sandboarding” o “surfistas de arena”.
Una duna importante aquí en España, está en las dunas de Bolonia, una duna de arena de más de 30 metros de altura, situada al noroeste de la ensenada de Bolonia, en dirección a Punta Camarinal, en la costa atlántica de Cádiz. Esta duna española fue declarada Monumento Natural en 2001.
Cabe indicar que el movimiento de las dunas puede causar problemas como la invasión de terrenos cultivados, la obstrucción y ocultación de carreteras y vías de comunicación, o la invasión de áreas pobladas. En España, estos problemas de las dunas se dan en Doñana, Tarifa y Guardamar de Segura (Alicante), donde en este último lugar, se decidió fijar las dunas con pinos, palmeras y eucaliptos, para así evitar su avance en la ciudad. Aunque, cabe indicar que además de fijar las dunas con vegetación (lo cual se debería de hacer con plantas propias del ecosistema), también se pueden mantener inmóviles si se les rocía en la parte convexa con algún material aglutinante, aunque esto último no sea tan natural.
Tipos de dunas
Las dunas se pueden clasificar según distintos parámetros. Así, en función de su grado de formación y evolución, éstas pueden ser:
- Dunas embrionarias, vivas o móviles: dunas jóvenes en movimiento hacia tierra adentro. Su cubierta vegetal es escasa.
- Dunas fijas: sin movimiento por estar colonizadas y fijadas por la vegetación, son más maduras.
- Dunas fósiles: dunas antiguas con arenas consolidadas y fosilizadas por una formación superior.
Y según su morfología, las dunas pueden ser:
- Duna Barján (barham o barkham): con planta en forma de “C” o media luna. Se dan en lugares carentes de vegetación.
- Duna longitudinal o lineal (Seif o duna en espada): es una duna alargada y rectilínea de forma paralela al viento predominante, con abundante cantidad de arena.
- Duna transversal: duna con largas crestas separadas por depresiones orientadas con ángulos rectos respecto al viento, también con abundante arena.
- Duna parabólica: duna con forma de “U”. Sus extremos apuntan en dirección contraria al viento y suelen estar vegetados. Típicas de zonas de costa y/o semiáridas.
- Duna piramidal o duna en estrella: colina aislada con varias crestas que parten de la cima. Se forman cuando hay direcciones de viento variables y grandes cantidades de arena.
- Duna barjanoide o aklé: con forma intermedia entre barjanes aislados y extensiones de dunas transversales.
- Duna creciente: similar al barján, en ausencia de vegetación y viento cuasi-unidireccional. Presentan una cara de barlovento de pendiente baja y una cara de deslizamiento en forma de luna creciente con los extremos avanzando en la dirección del viento, los cuales se pueden unir con dunas contiguas formando cordones de dunas crecientes y ondulantes.
En el caso de las dunas costeras, también podemos encontrar, a mayores, otras formas dunares como:
- Cordón dunar simple.
- Duna tabular.
- Dunas remontantes o rampantes de bajo y alto ángulo.
- Blowout: depresión o casquete subelíptico de erosión con ribete sedimentario sobre un fondo plano por implicación de la tabla freática.
- Depresión o casquete alargado de erosión.
- Duna lingüiforme con cresta ligeramente convexa.
Además, en cuanto al tamaño y extensión de las dunas, éstas pueden ocupar grandes superficies, como los ergs, mares de arena o campos de dunas, como ocurre en el desierto del Sahara; o bien tener un tamaño mínimo, como los ripples de viento, los cuales son la respuesta inicial de la superficie al transporte de la arena. Éstos se forman por la saltación y reptación de los granos de arena arrastrados por el viento. Pueden encontrarse en todas las superficies de arena y son muy inestables.
Las dunas costeras o dunas litorales
En concreto, las dunas costeras o dunas litorales son ecosistemas terrestres únicos situados en la transición entre ambientes continentales y marinos, constituyendo un medio dinámico y frágil. Como veremos, tienen una importante función de protección y conservación de los frentes costeros, habiendo que destacar que las dunas representan las reservas de arena de las playas, es decir, las zonas donde durante los episodios extremos, como los grandes temporales, los tsunamis, o las mareas excepcionales, el mar toma la arena y los materiales que necesita para que el perfil trasversal de la playa se acomode a las condiciones más duras del oleaje.
Las dunas litorales vienen siendo la continuación de las playas tierra adentro, es decir, constituyen la mayor parte de la zona emergida de las playas. Por esa razón, la Ley de Costas, desde no hace muchos años, incluye a las dunas en la propia definición de las playas, como uno de los principales bienes característicos del dominio público marítimo-terrestre.
Además, la función que las dunas ejercen en el modelado y en la configuración de la costa, es igual o más importante aún que el atractivo plástico y paisajístico que encierran, y que la característica biodiversidad que albergan.
Las dunas costeras aparecen en todo el mundo distribuidas en una amplia variedad de regímenes climáticos, especialmente en aquellos lugares de la costa donde hay dos requerimientos básicos: disponibilidad de aportes de arenas de playa de tamaño adecuado, y vientos procedentes del mar capaces de transportar las arenas hacia el interior, al menos parte del año.
Formación de las dunas costeras
Las dunas costeras son un elemento dinámico del paisaje. Éstas comienzan a formarse en la zona de playa seca, la franja de playa que se encuentra libre del oleaje y de las mareas vivas, siguiendo un proceso que incluye las siguientes fases:
1) Se produce la germinación de semillas o se desarrollan fragmentos de plantas, como rizomas o estolones, que han sido depositados por las mareas o el viento, procedentes de otros sectores costeros o de dunas más interiores del mismo sector.
2) Los granos de arenas que se desplazan por saltación por la playa, son interceptados por la estructura aérea de la vegetación y comienzan a acumularse formando pequeños montículos que crecen a medida que crece la planta sobre la que se forman.
3) Cuando la abundancia de vegetación es alta, los montículos que se han formado se unen durante su crecimiento y forman una pequeña duna de generalmente 50-100 cm de altura, denominada duna embrionaria o incipiente. Si la abundancia de vegetación en la playa alta es baja, el grado de desarrollo de la duna embrionaria será menor, no llegándose a formar un cordón linear continuo, sino una zona de montículos aislados o nebkas.
Cabe señalar que materiales inertes como basura de todo tipo, maderos, restos de embarcaciones, etc., transportados por el oleaje a la parte alta de la playa por los temporales, son también capaces de acumular arenas, al servir de obstáculo al transporte de arenas por el viento, si bien son formaciones que no crecen una vez se ha enterrado el obstáculo. Estos depósitos pueden aportar materia orgánica que sirva para el posterior crecimiento de la vegetación.
4) La formación de la duna costera continuará hasta que comience a formarse una nueva duna embrionaria. Así, el cordón dunar crecerá en anchura y altura o se producirá una sucesión de cordones dunares separados por depresiones, característica de numerosos sistemas dunares costeros, y que refleja la cronosecuencia de formación de los mismos.
Por tanto, la interrelación entre la aportación de sedimento arenoso por el mar y la vegetación, define el desarrollo de las dunas costeras en las zonas templadas. En dichas zonas, donde la precipitación es suficiente para el crecimiento de la vegetación, la morfología de los sistemas dunares tiene una relación directa con la distancia desde la duna al mar, debido a que el ambiente salino y desecante que aportan los vientos marinos y la falta de nutrientes, determina el tipo y variedad de vegetación que puede crecer en cada una de las zonas.
La morfología de las dunas costeras depende de la velocidad del viento (su capacidad de transporte), de la cantidad de arena disponible, de la fisiografía del sector costero y del tipo de vegetación. La vegetación tiene un papel importante, no sólo por su capacidad de estabilizar los depósitos arenosos, sino también por su influencia en el flujo del viento y de arenas que éste transporta.
¿Qué es un sistema dunar?
Como ya hemos comentado, un sistema dunar es un conjunto de dunas, las cuales constituyen un ecosistema con características propias y únicas.
Los ecosistemas de dunas costeros existen en todos los climas. Generalmente, las playas están respaldadas por arenales y cordones dunares, originados por la acumulación de grandes volúmenes de arena procedente de la erosión.
Las dunas costeras tienen una variedad de microambientes por las perturbaciones de diferentes vientos y mareas, en donde se desarrollan manchones de vegetación de diferentes edades. La vegetación de las dunas costeras es considerada como pionera y principal fijadora de sustrato, dando comienzo a las sucesiones ecológicas de las comunidades vegetativas terrestres.
Los sistemas dunares activos son un elemento de transición entre la playa arenosa y las dunas litorales interiores. Se extienden desde la línea media de mareas hasta el primer o segundo cordón dunar. Su forma está controlada por la disponibilidad, tipo y granulometría del sedimento, el régimen de vientos y el perfil de la playa. Estos aspectos condicionan el modo en el que se realizará la deposición eólica sobre los restos aportados por las mareas, como pueden ser fragmentos de rizomas, semillas y materia orgánica particulada.
Características de los ecosistemas dunares
La principal característica de los sistemas dunares costeros es que son similares a lo largo de las costas de todo el mundo, debido a las duras condiciones del hábitat en que se hallan y a la amplia dispersión de los propágulos de las plantas, muchos de ellos transportados por el mar. Estos ecosistemas muestran unas características ecológicas muy frágiles y específicas y forman un paisaje muy valioso dentro de nuestro patrimonio.
Los ecosistemas dunares albergan una flora y fauna específicas y adaptadas a las condiciones del ecosistema en el que viven, las cuales, en los primeros niveles de colonización, se caracterizan por bajos niveles de materia orgánica y escasa disponibilidad hídrica.
Así, en las dunas embrionarias se desarrolla una vegetación pionera de carácter psammófilo, como la gramínea Ammophila arenaria ((L.) Link. 1827) o barrón, de la familia Poaceae, o Elymus farctus ((Viv.) Runemark ex Melderis) o grama de la arena, que va reteniendo y fijando parcialmente la arena; y según un gradiente de bandas paralelas a la línea de costa, se van situando también otras formaciones vegetales arbustivas y arbóreas, como bosquetes de enebros y sabinas costeros.
Las comunidades vegetales en las dunas son consideradas halófitas, es decir vegetación que vive en suelos con alto contenido de sales solubles. Tienen una distribución heterogénea a lo largo de la costa, ya que hay localidades que se encuentran dominadas por especies herbáceas, otras por matorrales arbustivos, especies arbóreas o también pueden estar mezcladas. La mayoría de las especies de plantas de las dunas costeras son de hábitos postrados.
Los ecosistemas dunares costeros son altamente dinámicos, sobre todo los hábitats de playa seca y duna activa, con una elevada superficie desprovista de vegetación y sometidos a un amplio conjunto de condiciones ambientales muy restrictivas. Esta situación hace que los sistemas dunares sean susceptibles de ser invadidos por especies exóticas de carácter primocolonizador.
Estas especies invasoras suelen ser de ciclo de vida corto, formando en pocos años un importante banco de semillas que asegura su permanencia y expansión (como es el caso de Arcthoteca caléndula y de Oenothera drummondii), o bien especies de crecimiento más lento, herbáceas perennes, que por medio de rizomas y estolones, además de formar bancos de semillas, consiguen una efectiva supervivencia y expansión de las poblaciones, como Carpobrotus edulis (uña de gato),especie que ha sido plantada a propósito en numerosos sistemas dunares de España, para fijar las dunas y restaurar el ecosistema de forma errónea.
Por otro lado, generalmente, en las playas con un sistema de dunas desarrollado, encontramos una duna estabilizada por la vegetación (que no avanza pero sí crece en altura), una avanduna, que es una duna móvil, una avanduna incipiente, que es la primera barrera de dunas que encontramos (la más cercana a la orilla), y una berma, que es una rotura de la pendiente por una acumulación lineal de arena que se forma durante los temporales.
Asimismo, si vamos desde la orilla hacia tierra adentro, también tenemos dunas embrionarias, antedunas, dunas primarias o dunas blancas (foredume), depresiones interdunares (dune slacks) con mayor humedad que favorece la creación de humus, dunas secundarias o dunas grises, con mayor cantidad de vegetación y humus, y dunas terciarias o zonas de arbustos y bosque, ya completamente cubiertas de vegetación, mucha de ella plantada por el hombre con el fin de estabilizar las dunas.
Con respecto a la importancia y a las funciones de los sistemas dunares, cabe indicar que los cordones dunares y las flechas de arena son los elementos que regulan la hidrodinámica de los estuarios, marismas y lagunas litorales, y a los que éstos deben su existencia, su interés ambiental y su biodiversidad, una de las más productivas de los ecosistemas existentes.
Las dunas costeras actúan y sirven como obstáculos a las corrientes del viento, disminuyendo su velocidad, y produciendo una mayor acumulación de sedimentos, así las dunas crecen e impiden que la salinidad y la arena se internen tierra adentro, ayudando también a prevenir la erosión que es propiciada por las tormentas y huracanes. Además, actúan también como zonas de filtración de agua de lluvia hacia el subsuelo, ayudando a mantener su buena calidad.
Por otro lado, todos sabemos que las playas son más estrechas tras los temporales y más anchas cuando han estado expuestas un cierto tiempo a un oleaje más suave, lo que quiere decir que en el primer caso, la mayor parte de la arena de la playa está bajo el agua, y en el segundo, emergida, ofreciendo superficie en seco para los bañistas y usuarios de la playa. Para asegurar la existencia de esa zona seca de la playa, que es la que utiliza directamente la ciudadanía que las frecuenta, la que constituye la “materia prima” de la industria turística, y uno de los espacios más productivos en las ciudades y urbanizaciones turísticas de la costa, es esencial disponer de las reservas de arena que las dunas representan.
Además, el papel de las dunas y sistemas dunares litorales adquiere más importancia ante los desafíos que ahora nos plantea el cambio climático, pues por un lado nos enfrenta a una subida del nivel medio del mar, y por otro, a una mayor frecuencia de los temporales más fuertes. Y si esto no fuera poco, hay que indicar que los sistemas dunares son extremadamente frágiles, ajustados en su formación, desarrollo y evolución a procesos naturales, y fácilmente vulnerables frente a la acción humana, por lo que es importante considerar su conservación y posible restauración.
Degradación y pérdida de los sistemas dunares
Los ecosistemas dunares, tan complejos y necesarios para la conservación de nuestras costas, han sido y son degradados por los impactos de la actividad humana. En España, la costa tiene una longitud aproximada de 7.880 km, de la cual un 40% presenta sistemas dunares y de ésta, sólo un 55% de los ecosistemas permanecen en su estado “natural”.
A nivel europeo, las dunas costeras, que en su vertiente atlántica suponen alrededor de 5.300km2, representan actualmente sólo un 75% del área existente hace tan sólo un siglo. Y de esas existentes, hoy en día alrededor de un 45% permanecen intactas de forma natural, cifra que en el Mediterráneo se reduce al 25%.
Las principales actividades que degradan las dunas son: la disminución de los aportes sedimentarios fluviales u otros aportes de arena mediante la construcción de barreras físicas, la interrupción de la deriva litoral mediante la construcción de diques y espigones, la desestabilización de los depósitos arenosos fijados por la vegetación, la elevación del nivel del mar, la extracción de arena de las dunas o de la franja marina inmediata, la extracción del agua freática para uso doméstico o industrial, obras civiles de protección y defensa contra la erosión, plantaciones forestales para fijar las dunas, urbanización, actividades de agricultura y ganadería, construcción de infraestructuras de transporte y las actividades recreativas que se desarrollan en las playas.
Además, la elevada presión humana sobre las zonas litorales, resultado del desarrollo turístico de sol y playa de los últimos 30-40 años, es una de las principales causas de la introducción de especies exóticas en los sistemas dunares activos.
Las actividades humanas sobre las dunas costeras han causado un extenso cambio ecológico y morfológico. Tanto la destrucción y fragmentación de ecosistemas dunares, así como los procesos relacionados con su formación y mantenimiento, han conducido a la pérdida de un buen número de playas, dunas y humedales, desencadenando un incremento del número de especies de organismos amenazados.
Asimismo, cabe señalar que antes de la entrada en vigor de la Ley de Costas en 1988, aunque existían razones (jurídicas y técnicas) para considerar las dunas como parte integrante de las playas, lo cierto es que, al no estar expresamente incluidas en la definición de los bienes de dominio público marítimo-terrestre por la Ley de Puertos de 1928 y la de Costas de 1969, casi todas las dunas de nuestro país quedaron fuera de los deslindes aprobados entonces, que se realizaron en muchas zonas costeras donde se empezaba a desarrollar el turismo. Esto es lo que explica, al menos en parte, la masiva ocupación, y por tanto, la destrucción, de los cordones litorales en amplios tramos de la costa.
Conservación y restauración de sistemas dunares
Antes de nada, hay que indicar que las dunas costeras se encuentran ahora protegidas por ordenamientos ecológicos, los cuales establecen los criterios sobre cómo y dónde poder ubicar una construcción o infraestructura.
Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante (UA) y especializado en Ordenación del Territorio, Climatología y Riesgos Naturales, destaca varias razones para proteger las dunas, las cuales constituyen las funciones que cumplen y que hemos mencionado antes: las dunas son una reserva de arena para la propia regeneración natural de las playas, también son elementos del paisaje de enorme valor ecológico, y poseen una riqueza de fauna y de vegetación exclusiva o endémica de este tipo de hábitats, áreas de tránsito entre aguas saladas y semidulces o dulces.
Por ello, si los cordones de dunas son alterados o eliminados, explica Olcina, las playas pierden su alimentación natural y entran en procesos de pérdida progresiva de arenas que deberán compensarse con aportaciones por la mano del ser humano. En otras palabras, el mantenimiento de estas playas artificializadas tendrá un coste económico que deberá realizarse con regularidad si no quieren perderse.
No obstante, Olcina recuerda que no hay un plan estatal de recuperación de espacios dunares y que hay «situaciones diversas» según las comunidades autónomas: «Algunas han desarrollado planes de recuperación, conservación o adaptación para un uso turístico sostenible, como en el País Vasco, pero en otras no hay nada».
El mejor método para la conservación de los sistemas dunares es la protección de los ecosistemas y la eliminación de las actividades que los degradan, así como la realización de una buena educación ambiental sobre los ecosistemas dunares. Pero ya que esto no suele ser del todo posible, existen métodos de restauración ecológica de ecosistemas costeros que permiten recuperar la funcionalidad ecológica y la morfología de las dunas.
Los expertos ofrecen varias ideas para recuperar y proteger las dunas. Jorge Olcina sugiere seguir el ejemplo francés, de manera que las instituciones adquieran áreas litorales en manos privadas para formar un banco público de suelo litoral. «No tiene sentido proteger un cordón dunar y, a pocos metros, permitir urbanizaciones turísticas que destruirán su propia dinámica natural», asegura. En el caso concreto español, el catedrático de la U.A. propone que las administraciones central y autonómicas lleguen a acuerdos para una protección integral, tanto en la parte de dominio público estatal, como en el área circundante a los cordones dunares.
Xisco Roig recomienda reducir los paseos marítimos en volumen y la desurbanización de las zonas más castigadas. «Es costoso, pero se puede hacer», asegura. Además, Roig reclama planes de seguimiento del estado de las dunas: «algunas universidades los hacen, pero con criterios academicistas, no tienen en cuenta la gestión real de la playa», argumenta.
Ambos expertos coinciden en la importancia de concienciar a los ciudadanos para que conozcan el valor de las dunas y puedan respetarlas y reclamar a las instituciones planes de actuación. «Debemos cumplir las normas de prohibición de ocupación de los sistemas dunares y respetar las zonas de acceso a las playas o los senderos establecidos para las visitas a estos espacios», subraya Olcina. Por su parte, Roig recomienda también unirse a ONG locales e internacionales para presionar a las instituciones y evitar actuaciones que destrocen las dunas.
Asimismo, el Ministerio de España ha publicado el “Manual de restauración de dunas costeras”, que reúne la experiencia y el conocimiento acumulado durante muchos años en el trabajo sistemático en numerosos y diferentes sistemas dunares en toda la costa española.
La restauración dunar comenzó en España en 1980 en Cantabria, pero fue a partir de 1990 cuando la Dirección General de Costas acomete de forma seria los estudios y actuaciones para corregir la degradación de los sistemas dunares.
Antes de restaurar un ecosistema dunar, hay que llevar a cabo un estudio detallado de su evolución durante las últimas décadas, previas al trabajo de restauración, en donde se analicen detalladamente los factores físicos y biológicos que forman el ecosistema, así como los procesos geomorfológicos y ecológicos que tienen lugar en él, con el fin de determinar los factores que causaron su degradación.
El diseño del proyecto de dicha restauración, se realiza en función del uso posterior que vaya a recibir la zona.
En el proceso de restauración dunar, se desarrollan métodos y tecnologías poco agresivas ambientalmente, las cuales consisten en eliminar o limitar las causas de la degradación del ecosistema (sistema de protección), y en establecer sistemas de ayuda a los procesos naturales para conseguir su recuperación (sistema de regeneración o restauración).
Entre los sistemas de regeneración se encuentran la instalación de captadores pasivos de arena y la revegetación con plantas dunares. Los materiales utilizados para la construcción de los captadores de arena pueden ser de origen natural o artificial. Los de origen natural suelen ser biodegradables, por lo que no hay que retirarlos, mientras que los artificiales deben ser eliminados una vez finalizada su función acumuladora de arena.
Además de la utilización de captadores, existen otras técnicas tales como recubrimientos y mulches. Los recubrimientos suelen realizarse con materiales de diverso origen, orgánico o inorgánico, tales como paja, restos de poda, plástico biodegradable, etc. con el objeto de reducir la erosión del viento sobre las zonas recién restauradas. Se utilizan especialmente en áreas extensas y muy móviles, como por ejemplo, en las zonas donde la vegetación no se ha desarrollado lo suficiente como para estabilizar el sistema. A diferencia de los captadores, que también tienen un efecto protector, no atrapan tanta arena, por lo que la topografía apenas cambia y no se entierran las plantaciones.
El mulch, por su parte, es un tipo de recubrimiento protector que se extiende sobre una superficie y que consigue mantener mejor la humedad, regular la temperatura, reducir la erosión eólica y mejorar las características nutricionales del substrato. Existen muchos tipos de mulch, inorgánicos y orgánicos, que son muy utilizados en jardinería tradicional; sin embargo, en el caso de las restauraciones de sistemas dunares, son poco utilizados porque pueden alterar las características del substrato arenoso y limitar la capacidad de colonización de las especies naturales, además de que tiene un precio elevado.
Por otro lado, la eliminación de la vegetación invasora es un aspecto fundamental en la restauración de ecosistemas dunares costeros, sobre todo antes de revegetar las dunas con plantas propias de ellas. Su erradicación tiene que ser completa, ya que si se dejan restos de vegetación o semillas, al cabo de poco tiempo volverán a expandirse sobre el sistema dunar, haciendo inútiles los esfuerzos de eliminación realizados.
Las campañas de eliminación deben ser prolongadas en el tiempo, siendo aconsejable que después de la primera eliminación, se realicen nuevas campañas anuales o bianuales durante al menos cinco años, para garantizar la desaparición total de las plantas y semillas.
La eliminación de la vegetación invasora puede llevarse a cabo mediante métodos físicos, como el arranque directo, o mediante la aplicación de herbicidas. El primer método sólo es conveniente en el caso de superficies lo suficientemente pequeñas como para asegurar la eliminación de la totalidad de la planta, o en zonas donde su establecimiento es muy reciente. La aplicación de herbicidas, por su parte, se considera lo más adecuado para los sistemas dunares, siempre que se apliquen correctamente. Los herbicidas más utilizados para la eliminación de especies invasoras son los que tienen como sustancia activa el Glifosato, ya que además de su gran eficacia dentro de los herbicidas no hormonales, son los que presentan menor toxicidad para el hombre y para la fauna terrestre y acuática y no son corrosivos ni inflamables.
Después de la restauración del sistema dunar, se deben establecer sistemas de protección y conservación para distintos fines. Así, para evitar el pisoteo de la vegetación y la degradación, son necesarios cerramientos de las zonas que sean más sensibles o vulnerables, la construcción de pasarelas peatonales para permitir el acceso a las playas, así como se realizan campañas de información al público, por medio de carteles u otros sistemas de información.
Asimismo, al terminar las obras de restauración y protección, hay que esperar un tiempo para que sus efectos se manifiesten, durante el cual es necesario la realización de seguimientos y controles, los cuales se deben llevar a cabo desde el comienzo de la obra hasta varios años después de su finalización.
Fuentes: “Manual de Restauración de dunas costeras” (2007). Ministerio de Medio Ambiente. Carlos Ley Vega de Seoane (Ecología Litoral), Juan B. Gallego Fernández (Universidad de Sevilla), César Vidal Pascual (Universidad de Cantabria); RODIN (Universidad de Cádiz); Mapama; Biodiversidad Mexicana; Consumer; Wikipedia