Debido a su lenta regeneración, el suelo debe considerarse como un recurso natural no renovable. Cada vez está siendo más escaso a causa de todos los procesos de degradación del suelo a los que se ve sometido. De hecho, en España, cada año se pierde una media de treinta toneladas de suelo fértil por hectárea, según datos de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica. A continuación, en este artículo te explicamos todo sobre el deterioro y la degradación de los suelos, qué es, sus causas, tipos y consecuencias, así como algunas ideas para la conservación de suelos.
¿Qué es el suelo? Definición y estudio de suelos
Antes de entrar de lleno en la degradación del suelo, es importante tener muy claro qué es suelos, por lo que vamos a explicar la definición de suelos, así como después pasaremos a hablar un poco de los tipos que hay y, en general, del estudio de suelos.
El suelo es la parte superficial de la corteza terrestre biológicamente activa, que proviene de la desintegración o alteración física y química de las rocas y de los residuos de las actividades de los seres vivos que se asientan sobre ella. Aunque es una capa extremadamente delgada en términos geológicos, el suelo tiene una gran importancia para la vida, ya que es en él donde se asienta una gran parte de las especies vegetales, se dan la mayoría de procesos de conversión de materia orgánica en inorgánica, y viven multitud de especies animales, hongos y bacterias, constituyendo todo un auténtico ecosistema.
Así pues, el suelo no es un sistema inerte, sino que es una formación viva y dinámica, constituida por compuestos minerales (arena, limo y arcilla) y orgánicos: materia orgánica, que es una mezcla de restos vegetales y animales y los productos de su descomposición; sustancias húmicas; organismos vivos, meso- y micro-fauna; que, junto con las enzimas, son los responsables de los innumerables procesos biológicos que tienen lugar continuamente en el suelo y, por consiguiente, son responsables de su funcionamiento y fertilidad. Por tanto, el suelo no es solo el soporte físico de la vegetación, sino también el almacén de los nutrientes y del agua que necesitan las plantas para crecer y desarrollarse.
Por otro lado, como dijimos, los suelos son un recurso natural no renovable, ya que se necesitan más de 1.000 años para que se forme un centímetro de suelo. Sin embargo, constituyen la base del sistema alimentario, ya que de él provienen, directa o indirectamente, el 95% de nuestros alimentos.
Además, cabe indicar que el suelo es propio de las tierras emergidas, no existiendo apenas equivalente en los ecosistemas acuáticos. Es importante señalar también, que el suelo así entendido, no se extiende sobre todos los terrenos, sino que en muchos espacios lo que se pisa es roca natural o alterada sólo por meteorización, lo cual no merece el nombre de suelo.
El conjunto de disciplinas que se dedican al estudio de suelos, se engloban en el conjunto denominado “Ciencias del Suelo”, y entre ellas predomina la Edafología, donde se usa el adjetivo “edáfico” para todo lo relativo al suelo.
Estructura, composición y propiedades del suelo físicas y químicas
Empezando por el principio, la formación del suelo en condiciones naturales, requiere largos períodos de tiempo, cientos de años o incluso miles, en climas, topografías y litografías menos favorables. Son muchos los procesos que intervienen en dicha formación, de forma simplificada, sería:
- Alteración de la roca madre o roca bruta por factores físicos y químicos, por la acción geológica del agua, el viento y otros agentes externos. A esto se le conoce como “meteorización”.
- Colonización del sustrato por los primeros seres vivos (microorganismos, líquenes, musgos, etc.). Esta es la fase más significativa, ya que con sus procesos vitales y metabólicos, continúan la meteorización de los minerales. Además, los restos vegetales y animales, a través de la fermentación y la putrefacción, enriquecen ese sustrato.
- Asentamiento de la primera vegetación, enriqueciendo todavía más el suelo en formación, con el aporte de materia orgánica y su sujeción con las raíces.
- Mezcla de todos los componentes del suelo orgánicos e inorgánicos, creando un funcionamiento dinámico en equilibrio. Se desarrolla una composición química y biológica bien definida. Hay una comunidad de descomponedores, como bacterias y hongos, y detritívoros, como colémbolos o diplópodos, lombrices de tierra, oligoquetos y anélidos; que trabajan junto a las raíces y micorrizas de las plantas. El sistema así formado, recicla los nutrientes que circulan por la cadena trófica.
Tras esto, se desarrolla una estructura del suelo en estratos u horizontes, que se conoce como “perfil del suelo”, cuya diferenciación se debe a su dinámica interna y al transporte vertical de materiales. Éste último, consiste en la lixiviación o lavado de materiales con el agua que se infiltra desde la superficie hasta horizontes inferiores, arrastrando sustancias que se depositan, sobre todo, por adsorción, y en el ascenso vertical por capilaridad.
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Así pues, en un suelo maduro completamente formado, se distinguen los siguientes horizontes del suelo, desde la superficie hacia abajo:
- Horizonte O: Es la superficie más inmediata, muy rico en materia orgánica intacta (mantillo). Es la capa superficial del horizonte A.
- Horizonte A o zona de lavado vertical: Es el más superficial y en él enraíza la vegetación herbácea. Su color es generalmente oscuro por la abundancia de materia orgánica descompuesta o humus elaborado, determinando el paso del agua arrastrándola hacia abajo, de fragmentos de tamaño fino y de compuestos solubles.
- Horizonte B o zona de precipitado: Carece prácticamente de humus, por lo que su color es más claro (pardo o rojo), y en él se depositan los materiales lixiviados o arrastrados desde arriba, principalmente, materiales arcillosos, óxidos e hidróxidos metálicos, etc., situándose en este nivel los encostramientos.
- Horizonte C o subsuelo: Está constituido por la parte más alta del material rocoso in situ, sobre el que se apoya el suelo, más o menos fragmentado por la alteración mecánica y la química.
- Horizonte D u horizonte R (roca madre o material rocoso): Es el material rocoso subyacente que no ha sufrido ninguna alteración química o física significativa.
Cabe indicar que los suelos no siempre son iguales y cambian su estructura de un lugar a otro por razones climáticas y ambientales.
Desde el punto de vista biológico, las características del suelo fértil más importantes son su permeabilidad, relacionada con la textura y porosidad, su estructura (que la acabamos de ver), y su composición química. Y todo esto afecta a la fertilidad del suelo, entendiéndose ésta hoy en día, como la productividad o potencialidad nutricional de un suelo para hacer crecer a las plantas. Por esta razón, es importante conocer cada uno de esos factores o componentes del suelo y, sobre todo, la forma en que están interactuando con el resto, para poder, mediante un manejo ecológico y sostenible, lograr su mejor expresión de fertilidad.
La textura del suelo está determinada por la proporción de los tamaños de las partículas sólidas que lo conforman (granulometría), la cual determina su porosidad y afecta a su permeabilidad. En un orden creciente de granulometría, pueden clasificarse los tipos de partículas sólidas de los suelos en: arcilla, limo, arena, grava, guijarros y bloques. Y en función de cómo se encuentren mezclados los materiales de granulometrías diferentes, además de su grado de compactación, el suelo presentará características diferentes, en cuanto a su permeabilidad o capacidad de retención de agua, y su capacidad de usar desechos como abono para el crecimiento de las plantas.
Con respecto a la composición del suelo, éste está compuesto por elementos sólidos, líquidos y gaseosos, los cuales van a determinar las propiedades del suelo químicas y físicas. Entre estos componentes del suelo inorgánicos y orgánicos, tenemos:
- Sólidos: Son principalmente elementos de rocas, como silicatos (micas, cuarzos, feldespatos), óxidos de hierro (limonita, goetita) y de aluminio (gibbsita, boehmita), carbonatos (calcita, dolomita), sulfatos (aljez), cloruros, nitratos; así como también sólidos de origen orgánico u orgánico-mineral, como los distintos tipos de humus y el mantillo.
- Líquidos: Abunda el agua en el suelo, pero no siempre en estado puro (como en los yacimientos), sino cargada de iones, sales y diversas sustancias orgánicas. El agua en el suelo se desplaza por capilaridad, dependiendo de lo permeable que sea el suelo, y trasporta numerosas sustancias. Asimismo, hay agua intersticial que no puede ser aprovechada por las plantas y agua que sí puede ser aprovechada.
- Gaseosos: El suelo presenta varios gases atmosféricos como el oxígeno (O2) y dióxido de carbono (CO2), pero dependiendo de la naturaleza del suelo, puede tener también hidrocarburos gaseosos, como el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O). Los gases del suelo son muy variados.
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Tipos de suelos. Clasificación de los suelos
Las características locales de los sistemas implicados (litología y relieve, clima y biota) y sus interacciones, dan lugar a los diferentes tipos de suelo. Para denominar los suelos tipos que se pueden encontrar, se han desarrollado diversos modelos de clasificación de suelos que se basan en distintos criterios. Así pues, y como ya mencionamos, según su textura y granulometría, los suelos pueden ser:
- Suelos arenosos: Son ásperos y secos al tacto, ya que las partículas que los componen están muy separadas entre ellas y no retienen el agua, además, tienen muy poca materia orgánica y no son aptos para la agricultura, ya que el agua es drenada y con ella, se van los nutrientes. Sin embargo, son más cálidos que otros tipos de suelos agrícolas. Entre los árboles que se pueden cultivar en suelos arenosos, está el aguacate, las palmeras, los pinos, eucaliptos o los cipreses.
- Suelos arcillosos: Están formados por granos finos de color amarillento o rojizo y retienen el agua formando charcos. Si se mezclan con el humus, pueden ser buenos para cultivar. Drenan lentamente y tardan más en calentarse en primavera que los suelos arenosos. Los suelos arcillosos se compactan fácilmente cuando se pisan mientras están húmedos y a menudo se agrietan.
- Suelos mixtos: Tienen características intermedias entre los suelos arenosos y los suelos arcillosos mezclados.
- Suelos francos: Se suele denominar suelo franco a las partes superficiales del terreno cuya composición cuantitativa está en proporciones óptimas o muy próximas a ellas. Este suelo es de elevada productividad, siendo uno de los mejores tipos de suelos agrícolas. Si su contenido de arena es un poco más que el óptimo, se les designan suelos franco arenosos, y si predomina un poco más la arcilla, se llaman suelos franco arcillosos.
- Suelos limosos: Se componen de partículas más pequeñas y suaves al tacto que los arenosos. Los suelos limosos retienen el agua por más tiempo, así como los nutrientes. Su color es marrón oscuro, ya que los limos se componen de una mezcla de arena fina y arcilla, que forma una especie de barro junto al lodo y restos vegetales. Este tipo de suelos, se suele dar en el lecho de los ríos. Son suelos fértiles dado su grado de humedad y nutrientes, y más fáciles de cultivar que suelos arenosos o de arcilla.
- Suelos calizos: Tienen abundancia de sales calcáreas y son de color blanco o pardo. En su composición, encontramos el carbonato de calcio, de magnesio, además otros minerales, como puedan ser la arcilla, el cuarzo o la hematita. Se trata de un suelo especialmente seco y muy árido, no siendo bueno para la agricultura.
- Suelos humíferos o suelos orgánicos (suelos de tierra negra): Tienen abundante materia orgánica en descomposición, son de color oscuro, retienen bien el agua y son excelentes para el cultivo. En este tipo de suelos, podemos ver organismos o microorganismos que pueden ser muy beneficiosos para sembrar.
- Suelos pedregosos: Formados por rocas o piedras de todos los tamaños. El gran problema de este tipo de suelos, es que son semi-impermeables, por lo que no permiten la entrada de agua. Por ello, es muy complicado el cultivo en este suelo, aunque existe un tipo de plantas de origen xerófilo que sí pueden crecer en este tipo de suelos.
- Suelos no evolucionados: Son suelos brutos, muy próximos a la roca madre y apenas tienen aporte de materia orgánica. Son resultado de fenómenos erosivos o de la acumulación reciente de aportes aluviales. Pertenecen a este tipo, los suelos polares y los desiertos, tanto de roca como de arena, así como las playas.
- Suelos poco evolucionados: Dependen en gran medida de la naturaleza de la roca madre. Existen 3 tipos de suelos poco evolucionados básicos: ránker, que son ácidos, como los suelos de tundra y los alpinos; rendzina, que se trata de un suelo rico en materia orgánica sobre una roca caliza; y los suelos de estepa, con un aporte muy alto de materia orgánica y que se desarrollan en climas continentales y mediterráneo subárido.
Por otra parte, el suelo también se puede clasificar por sus características físicas, químicas, por su poder de absorción y por su grado de acidez (pH), que permite la existencia de una vegetación más o menos necesitada de ciertos compuestos. Según estas otras características o propiedades de los suelos, destacan los siguientes tipos:
- Suelos litosoles: Se trata de un tipo de suelo que aparece en escarpas y afloramientos rocosos. Su espesor es menor a 10cm y sostiene una vegetación baja. Se conocen también como leptosoles, palabra que viene del griego “leptos”, que significa «delgado».
- Suelos cambisoles: Son suelos jóvenes con proceso inicial de acumulación de arcilla.
- Suelos fluvisoles: También son suelos jóvenes, pero formados por depósitos fluviales. La mayoría son ricos en calcio.
- Suelos gleysoles: Presentan agua en forma permanente o semipermanente con fluctuaciones de nivel freático en los primeros 50cm.
- Suelos vertisoles: son suelos arcillosos de color negro. Presentan procesos de contracción y expansión al humedecerse y secarse, se quiebran en estación seca, formando grietas de 1cm de ancho. Se localizan en superficies de poca pendiente y cercanos escurrimientos superficiales, son característicos de las cubetas de decantación y pantanos en los llanos y en valles aluviales.
- Suelos histosoles: son suelos orgánicos livianos que se desarrollan en zonas depresionales en condiciones húmedas o frías. Están saturados de agua al menos una vez al año. Su pH suele ser ácido, y su fertilidad variable, según la zona y el grado de evolución de su material orgánico.
- Suelos oxisoles: son suelos tropicales ricos en hierro y aluminio muy meteorizados y de escasa fertilidad. Tienden a presentar texturas finas (arcillas y limos), debido a su alto grado evolutivo y a la relación del mismo con el tamaño de las partículas. Los oxisoles, son suelos de alta evolución, y son suelos lavados que presentan condiciones ácidas.
- Suelos ultisoles: son suelos con un horizonte argílico de poco espesor, de color rojizo oscuro. Presentan vegetación arbórea y no muestran saturación hídrica.
- Suelos de turba: es un suelo perfecto para agricultura. De hecho, se suele utilizar como sustrato para el cultivo. Es de textura suave, de color marrón oscuro o negro, y tiene un alto contenido en agua y nutrientes; también suelen estar saturados de agua, pero una vez drenados, son excelentes para el cultivo. Además, presenta un pH ácido, por lo que los agricultores lo usan para regular la química del suelo así como agente de control de las plagas del suelo.
- Suelos salinos: son característicos de regiones secas. Su alto contenido en sales influye en las plantas, por lo que no son suelos buenos para la agricultura. En este tipo de suelos, los cultivos crecen poco, ya que se acumulan las sales solubles en la zona de las raíces. Se suelen reconocer a la vista por sus plantas débiles y raquíticas y por la presencia de costras blancas de sal en la superficie.
- Suelos ecológicos: son aquellos suelos bien desarrollados en todos los sentidos y con un ecosistema en perfecto equilibrio, naturales o fruto de la agricultura ecológica, de modo que son muy fértiles y capaces de producir alimentos ecológicos.
¿Qué es la degradación del suelo? Definición
Cuando un suelo alcanza su madurez, está en equilibrio con sus factores ambientales y tiende a adquirir, generalmente, unas condiciones adecuadas para una buena producción biológica. Si este equilibrio se rompe, la evolución natural se modifica, y se desarrollan una serie de procesos que tienden a la disminución de la calidad del suelo y, por consiguiente, a su degradación.
Se define degradación de suelos como un cambio en el estado del suelo que resulta en una disminución de su capacidad inicial para proveer bienes y servicios. La degradación de suelos, se manifiesta en la pérdida de la cubierta vegetal o en el descenso de la productividad agrícola, asociada con cambios importantes en las características físicas, químicas y biológicas del suelo, lo que también incrementa su vulnerabilidad ante los agentes erosivos. Afecta negativamente a la biofísica interna del suelo para soportar vida, incluyendo aceptar, almacenar y reciclar agua, materia orgánica y nutrientes.
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Dentro de los principales cambios que se producen en los suelos degradados, se pueden mencionar:
– Pérdida de la estructura del suelo, y por ende, descenso de la porosidad y del grado de aireación.
– Compactación y encostramiento de la capa superficial del suelo.
– Disminución de la capacidad de retención de agua, lo que se traduce en una reducción de la cantidad de agua útil para las plantas.
– Reducción de la velocidad de infiltración de agua.
– Menor disponibilidad de macronutrientes (principalmente fósforo y nitrógeno asimilable).
– Descenso de las poblaciones de microorganismos del suelo.
Asimismo, es importante considerar que cuando un suelo pierde su capacidad productiva, también ocurren modificaciones en el clima o microclima estrechamente vinculado a él (ecosfera), en la hidrología y en la vegetación.
La degradación del suelo es una de las problemáticas ambientales más graves y más extendidas a escala global. Casi todos los suelos del mundo han sufrido transformaciones debido a la acción antrópica o del hombre, lo que ha disminuido su calidad y su capacidad de brindar servicios, tanto a nosotros como a los ecosistemas. Así, por ejemplo, en grandes extensiones del área mediterránea, el nivel de deterioro del suelo es tal, que la productividad del suelo es prácticamente nula, lo que determina la baja rentabilidad del suelo como recurso.
Causas de la degradación del suelo
En cuanto a las causas de la degradación del suelo, tenemos, por un lado, las naturales, las cuales también participan, a su vez, en la formación de suelo en otros lugares, por lo que éstas no resultan tan graves o representativas, y entre las que tendríamos a la erosión del suelo por acción de la lluvia y el viento, y los incendios forestales naturales. Éstos últimos, afectan de forma grave a los suelos, ya que causan la muerte de muchos microorganismos de éste, la pérdida de la estructura y textura del suelo, lo cual puede acabar impidiendo la infiltración del agua y la compactación del suelo, obligando a discurrir el agua por la superficie (escorrentía), arrastrando con ella cenizas, lodos, etc., hacia los ríos, con los problemas ambientales que esto supone después.
Y por otro lado, tenemos las causas de degradación del suelo antrópicas o provocadas por el hombre, con su manejo de las tierras. Así pues, la tala de árboles o deforestación, conlleva a la pérdida y degradación del suelo, y finalmente a la desertificación. En la actualidad, cada año sepultamos en el fondo mar cerca de 500 millones de toneladas de tierra fértil, arrastradas por las aguas de escorrentía que se deslizan por las laderas desprovistas de la protección de la vegetación. Cuando el hombre corta los árboles y deja expuestas las partículas del suelo a la acción del sol, el viento y el agua, se produce erosión. La capa vegetal es arrastrada hacia los océanos, y aquellos terrenos fértiles, quedan transformados en desiertos.
Asimismo, otras causas de degradación de suelos provocadas por el hombre son: actividades agropecuarias, el uso exagerado de herbicidas y fertilizantes, la ganadería intensiva, la agricultura extensiva, el desarrollo de actividades urbanas e industriales sobre suelos fértiles, la minería, la extracción de combustibles fósiles, el arrojo de restos, vertidos y basuras sobre éste y la consiguiente contaminación del suelo, el desarrollo de actividades recreativas en entornos naturales, la sobreexplotación de yacimientos de agua, la construcción de presas en ríos, etc.
Tipos de degradación del suelo
Una vez vistas las causas de la degradación del suelo, es más o menos fácil intuir cuáles son los tipos de degradación del suelo o qué tipos de suelos degradados hay. Así, los principales procesos de degradación del suelo son:
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- Erosión: produce la pérdida de suelo por la acción de agentes como el agua (erosión hídrica) y el viento (erosión eólica), se da siempre de forma natural, pero con acciones del hombre se ve acelerada, lo cual genera la improductividad del suelo, al perder las capas más superficiales y más ricas en nutrientes del suelo. Es la degradación del suelo en Argentina más típica.
- Degradación física: implica cambios en el interior del suelo como el desplazamiento del aire, el agua y nutrientes, o el desarrollo de las raíces. Esta degradación, tiene lugar en la superficie del suelo, con la compactación del suelo debida a la agricultura y ganadería intensivas, la aparición de costras, y el sellado debido a la urbanización, en la que se cubre el suelo y se pierde totalmente.
- Degradación biológica: ocurre cuando se produce pérdida de biodiversidad del suelo (organismos vivos) y de la materia orgánica. Puede deberse a un aumento de la densidad aparente del suelo en sus capas superficiales o profundas. Esto repercute sobre diferentes funciones del suelo como, siendo la más importante para suelos agrícolas, la transformación, reciclado y posterior asimilación de los nutrientes por las plantas. Está ampliamente demostrado que el uso intensivo del suelo y la aplicación de tecnología inadecuada, constituyen las principales causas de la ocurrencia de estos procesos de degradación biológica en suelos agrícolas.
- Degradación química: está relacionada con la degradación biológica, pero a un nivel más interno e implica también a los minerales. Ejemplos de degradación química del suelo son el agotamiento de nutrientes (por el monocultivo o sobreexplotación agrícola), la acidificación del suelo, la contaminación química derivada de vertidos, residuos, minería, fertilizantes y medicamentos; y la salinización del suelo, que consiste en el aumento de sales solubles en el suelo, sobre todo, en la parte donde se desarrollan las raíces, y puede estar debida a una mala gestión del riego y drenaje del suelo o a la sobreexplotación de acuíferos de aguas dulces en zonas cercanas al mar. Según la FAO, se estima que cerca de 952 millones de hectáreas de tierra están afectadas por la acumulación excesiva de sal. Este tipo de degradación del suelo es muy común en los países mediterráneos y de Europa oriental.
- Desertificación del suelo: se trata del proceso más extremo de degradación del suelo, en el que éste permanece yermo de vida. Suele ocurrir en áreas áridas, semiáridas y subhúmedas, como consecuencia de las actividades humanas. La eliminación de la cobertura vegetal herbácea, el desmonte descontrolado y las sequías originadas por alteraciones climáticas naturales y antrópicas, constituyen los principales desencadenantes de este proceso. Asimismo, el manejo irracional del suelo y del agua, son factores determinantes de su dirección, velocidad y ocurrencia.
Consecuencias de la degradación del suelo
En el propio suelo, su degradación causa la muerte de sus organismos vivos y pérdida de biodiversidad, así como la pérdida de materia orgánica y nutrientes, haciendo que el suelo desertificado carezca de productividad agraria alguna, lo cual repercute en el desarrollo económico final y en nuestra propia seguridad alimentaria. Asimismo, durante el proceso de degradación, cada vez se necesitarán más inputs para poder mantener su productividad, con posibles efectos medioambientales no deseados por un mayor uso de agroquímicos.
No obstante, la degradación de los suelos, no solo afecta a su fertilidad y aprovechamiento agrícola. Así pues, el deterioro del suelo tiene, a menudo, más impactos significativos sobre cursos de agua (ríos, humedales y lagos), así como en embalses que están diseñados para aliviar las inundaciones, proporcionar riego y generar energía hidroeléctrica. Además, la calidad del agua se ve afectada como consecuencia de la degradación de los suelos. Los cursos de agua que fueron vías importantes de tráfico y fuentes productivas de proteínas de alta calidad, se convierten en pequeños riachuelos que serpentean, abriéndose paso entre enormes bancos de lodo, y al llegar las lluvias intensas, los ríos se desbordan e inundan tierras de labranza y ciudades, indiscriminadamente. Así pues, la degradación del suelo, sustento fundamental de toda la población humana, puede intervenir en la destrucción de civilizaciones enteras, como fue el caso de la cultura Maya.
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Entre otras consecuencias de la degradación de los suelos, hay que indicar que ésta está llevando a la extinción de especies, afecta de manera negativa al almacenamiento de carbono y a la calidad ambiental, intensificando el cambio climático, y es una de las mayores causas de migraciones humanas.
Degradación del suelo: soluciones y conservación del suelo
La conservación de los suelos se logrará con la educación de las personas. Debemos tener en cuenta que un suelo se forma durante cientos o miles de años, y una vez formado, es protegido y conservado por la vegetación que crece sobre su superficie. Por tanto, para detener la destrucción de este recurso, se hace urgente iniciar la plantación de árboles y la defensa de los bosques nativos. Asimismo, el agricultor debe adquirir la costumbre de rotar los cultivos, de trazar los surcos en sentido diferente a la pendiente del terreno, y de plantar barreras vivas para evitar el rodamiento de las partículas, entre otras medidas.
Evitar la degradación del suelo, pasa por adoptar soluciones efectivas para minimizar los incendios, el impacto de la agricultura, la ganadería, las obras civiles y gestionar de manera adecuada los residuos. Nosotros, como ecociudadanos, podemos cuidar nuestros suelos exigiendo políticas medioambientales adecuadas a nuestras autoridades, siendo conscientes de nuestro consumo y mejorando nuestra propia gestión de residuos.
Y en cuanto a soluciones para la degradación del suelo, aunque ya os hemos explicado cómo recuperar suelos degradados, aquí os dejamos algunas recomendaciones:
- Evitar la práctica del monocultivo y dejar reposar la tierra entre cultivos (rotación de cultivos).
- Evitar el sobrepastoreo, es conveniente llevar a los animales de un lugar a otro, para que el pasto vuelva a crecer.
- En terrenos inclinados, se recomienda construir terrazas y sembrar en contorno.
- Sembrar árboles que sirvan de cortavientos.
- Evitar la tala y la quema descontrolada por sus efectos para la erosión del suelo.
- En caso necesario, enriquecer el suelo añadiendo abonos ecológicos o compost hecho por uno mismo.
- Mejorar los balances de nitrógeno en el suelo.
- Dejar cubierta vegetal entre líneas de cultivo.
- Reducir el laboreo en lo posible (laboreo mínimo).
- Plantar vegetación en las zonas propensas a la erosión.
- Cultivar distintas especies y variedades de distintos ciclos.
- Practicar el desarrollo sostenible, donde el ordenamiento territorial juega un papel fundamental.
- En caso de sellado del terreno, previamente, se tendrá que proceder a decapar, reservar y redistribuir el material edáfico. De esta forma, se tendrá un medio mucho más favorable para al crecimiento de las plantas, con gastos de construcción y mantenimiento menores y se contribuirá a la conservación del suelo y el agua.
Fuentes: Wikipedia Suelo, Concepto.de, Wikipedia Degradación, Ecología Verde y Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN)